31. El significado de las cosas

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Bien, todo era muy normal

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Bien, todo era muy normal. De verdad, muy casual. Y estaba extremadamente tranquila.

¡Estaba besando a Lucas en frente de cinco personas desconocidas!

No, eso no era "casual" ni tampoco estaba "extremadamente" tranquila. Me estaba volviendo loca por dentro. ¿Qué era eso, el mundo al revés? Porque no entendía nada.

Y para ese punto del beso no sabía si Lucas lo estaba haciendo por el reto o... bueno, por alguna otra razón que no me atrevía a imaginar. Y yo... todo era parte del reto, con el que, la verdad, no perdía nada.

Aparte, no estaba siendo taaan terrible...

De hecho, era agradable.

Nope.

Nope, nope, nope.

Eso no debería estar pasando, no debería estar sintiendo eso, no debería haber aceptado ese reto, podría haberme ido corriendo de ese sótano, volver con mis padres y seguir tomando chocolate caliente con ellos, mientras veíamos alguna de esas películas navideñas. Pero, había dicho que sí, había aceptado, y, de hecho, yo había sido la que había comenzado el beso, ¿qué estaba haciendo? ¿En qué, posible universo, pensé que besarlo era buena idea?

Me separé con cuidado de él. Sentía las mejillas ardiendo y mis labios hinchados por el beso. Lucas estaba igual que yo, y me miraba directa e intensamente. No sabía si él se sentía igual de arrepentido que yo, pero no tenía tiempo para preguntárselo.

Muy penosamente, me despedí con la mano de todos los que estaban en esa habitación y ellos hicieron lo mismo con una sonrisa tonta en sus labios. Lucas fue el único que no se despidió, miraba todos mis movimientos con mucho detenimiento, y sentía que intentaba averiguar qué era lo que estaba pasando en mi mente.

Noté que abría la boca y la cerraba, tratando de buscar palabras para decir, pero antes de que se decidiera por alguna, subí corriendo las escaleras hasta el bar, abrí la puerta y me encaminé hasta mi cabaña.

En mi mente se repetía una y otra vez la misma escena: yo entrando al sótano, todos mirándome fijamente y la felicidad en la mirada de Sofía. Estaba muy confundida, no sabía qué estaba pasando y por qué Lucas se puso rojo ante mi presencia, después vi la botella en el centro del círculo, apuntándome a mí, y mis pocas neuronas comenzaron a atar los cabos, hasta que me lo confirmaron.

Ese momento en el que vi a Lucas caminar lentamente hacia mí se me hizo eterno, la primera imagen metal que llegó a mi cerebro, fue una escena de esos programas de animales, era el depredador acercándose a la presa. La cosa es que, cuando él llegó a mi altura, me di cuenta que ambos éramos las presas. Así que decidí actuar con indiferencia, pensé que, si actuaba como si no fuera la gran cosa, no sería la gran cosa.

El problema es que, para mi estúpido corazón, fue la gran cosa.

Lo sabía porque, cada vez que recordaba la sensación de los labios de Lucas o sus manos en mi cintura, ese cretino latía como si no hubiese un mañana y ¡Cielos! Quería darle una cachetada a ese necio órgano bombeante para que se calmara.

CLEAVED | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora