28. Dramas de la tarde

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Me fui sonriendo todo el camino hasta la cabaña

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Me fui sonriendo todo el camino hasta la cabaña.

No podía evitarlo. Grace no había negado mi suposición. Digo, tampoco había dicho que sí, pero por lo menos no lo había negado.

Al abrir la puerta, llamé a mis padres, pero no hubo respuesta. No estaban en la cabaña, y me pareció extraño, ¿dónde más podrían haber estado? Porque tampoco estaban en The Haus. Se suponía que era un viaje familiar, ¿por qué me abandonaban al segundo día? ¿Y estaban juntos? Solo esperaba que no se hubiesen matado.

Como sea, de algún modo, era mejor para mí. Me tiré como un saco de papas en el sofá y me quedé viendo la pantalla apagada de la televisión. Si Grace creía que su teléfono era prehistórico, no había visto esa pantalla. Era la definición de vintage, ni siquiera tenía control remoto, tenías que levantarte y apretar algunos botones que tenía la misma televisión. Tenía un sonido blanco cada vez que se encendía, como esos pitidos que algunas veces aparecían en los oído, y la imagen era cortada por franjas de color blanco.

En fin, sí. Vintage.

Me levanté para encenderla, por lo menos podría ver las noticias e informarme de lo que estaba pasando en el mundo.

¿La verdad? Me quedé viendo «La Sultana». El mismo drama que Grace estaba viendo unos días atrás. No podía creer que había caído en el nivel de vecina chismosa que veía los dramas de la tarde.

Pero les juro que no fue intencionado, el programa me tomó con sus garras y me abrió los ojos, obligándome a ver cómo es que La Sultana se enteraba que era adoptada y no tenía sangre real como para ser Sultana.

Muy fuerte todo.

Estaban dando los avances del siguiente capítulo, cuando tocaron con impaciencia la puerta principal.

Supuse que eran mis padres, por lo que gruñí y me levanté del sofá.

¿Acaso no tenían llaves?

Arrastré los pies por el suelo de madera y abrí desganado la puerta, no podía creer que justo me tenían que interrumpir cuando iba a saber lo que pasaría en el siguiente capítulo.

No podía creer que...

Oh.

—¡Lucas! —Un cuerpo musculoso me abrazó y me apretó tan fuerte que casi me saca todo el aire de los pulmones.

—Tío Freddy —saludé, casi sin aliento—, ¿qué haces aquí?

El tío Freddy no era mi tío biológico, pero era el mejor amigo de la infancia de papá (es decir, era casi de la familia) y lo conocía desde que tenía memoria, por lo que me acostumbré a decirle tío. Aparte, era mi padrino.

Freddy era un hombre gigante, musculoso, rubio y mal bronceado. Todo lo opuesto de papá. Parecía un sourfer de California, lo irónico es que le tenía miedo a las olas y no vivía en California, en fin.

CLEAVED | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora