33. Borrón mental

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Cuando toqué el suelo de mi habitación, sentía mis piernas como fideos, como si en cualquier momento me convertiría en una jalea y caería de cara al suelo

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Cuando toqué el suelo de mi habitación, sentía mis piernas como fideos, como si en cualquier momento me convertiría en una jalea y caería de cara al suelo. Lo único que quería era meterme a la cama y dormir. Estaba exhausto, tanto físicamente, por el viaje, como emocionalmente. No sabía por qué me esperaba otra reacción por parte de Grace. ¡Hasta ella misma lo había dicho!

¿Por qué estaríamos mal?

Sabía que yo era el que lo estaba haciendo todo más extraño, tratando de insistir en aquella conversación, cuando lo mejor (para los dos) era simplemente olvidarlo. Y se lo había propuesto, tal como ella lo había hecho días atrás; olvidarlo todo y seguir adelante. Pero pensaba que si hablaba de eso con ella de una manera más... ¿insistente? Entonces me diría que ella en realidad no quería olvidarlo (como yo, que no podría olvidarlo aunque me borraran la memoria), pero no dijo absolutamente nada. Solo me miró con los ojos abiertos y respondió indiferentemente.

—Mierda —murmuré por lo bajo cuando me lancé como un saco de papas a mi cama, la cual había olvidado que extrañaba.

Durante todo el viaje, mi cerebro estaba tan preocupado por otras cosas que no tenía tiempo para extrañar las seguras cuatro paredes de mi habitación.

Y con otras cosas me refería a Grace.

¡Maldita sea! ¿Por qué tenía que ser tan penoso? Culpaba a las hormonas por eso, pero la sensación y el momento en el que los labios de Grace tocaron los míos se repetía como una asquerosa canción de verano.

Cerré los ojos por unos segundos, no estaría mal que descansaran un poco.

Y cuando volví a abrir los ojos, mi cuarto estaba considerablemente más oscuro, el sol ya no entraba por la ventana y el aire ahí se había vuelto más frío de lo que estaba. Me puse un suéter encima y cerré la ventana, al otro lado del vidrio vi a mi madre en el jardín de los Parisi junto con Olive, estaban conversando muy animadamente y sonreí casi inconscientemente. Iba a salir de mi habitación junto al momento en el que la voz de mi padre dejó mi mano paralizada justo a unos centímetros del picaporte. Su voz estaba amortiguada por las paredes, pero aun así podía escucharlo perfectamente.

Parecía que hablaba por teléfono y al principio creía que era mi madre, pero recordé que ella estaba en el patio de la casa de al lado.

Agucé mi oído para poder escuchar bien. Sin duda mi padre había entrado en mi cuarto antes para asegurarse de que estuviera durmiendo.

Aquello podría ser una llamada común y corriente del trabajo, pero había un tono en su voz que no me gustaba para nada.

—Ya lo sé, linda —decía.

¿Linda?

—Sí... —silencio, que suponía que era cuando la persona al otro lado de la línea hablaba—. Yo también te extraño, no puedo esperar para nuestra cita del viernes —y mencionó un restaurante que había escuchado antes.

CLEAVED | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora