Salí del instituto con una idea incrustada en mi cerebro.Lucas detestaba la mostaza, su color, su olor, su consistencia... mejor dicho, detestaba todo de ella y eso lo ocuparía a mi favor.
Pero antes, necesitaba dinero.
Llegué a casa y, como de costumbre, papá estaba en el salón comiendo. Él llegaba antes que yo de su trabajo y lo primero que hacía era comer y ver su serie favorita —la cual justo daban en ese horario—, entonces siempre nos encontrábamos en el mismo lugar.
—Hola, Gris.
—Hola, papá querido, —le di mi mejor sonrisa—, sabes que te quiero mucho, ¿no?
Él levantó un poco la vista de la pantalla y estrechó los ojos en mi dirección, estaba intentando averiguar qué había detrás de mi amplia y para nada fingida sonrisa.
—¿Necesitas algo?— sentía que mis manos comenzaban a sudar, no sé por qué esto me ponía nerviosa, pero pedir un poco de dinero siempre lo hacía, sentía que me aprovechaba y que a la gente les molestaba.
—Esto... ¿yo? Naaahhh, —eso ni yo me lo creía. Aparté la mirada de mi padre y tomé una larga respiración antes de volver a mirarlo—, bueno, tal vez. Necesito un poco de dinero
—¿Para?
Comencé a morder nerviosamente mi labio. No podía enterarse del porqué lo necesitaba, seguramente me castigaría, bueno, él no, mi madre. El caso es que no se podía enterar, y yo era pésima inventando excusas, siempre me salían cosas muy estúpidas que hasta a mí me daban vergüenza ajena.
—Cosas para el instituto.
Justo y conciso. Tuve que cerrar la boca con más fuerza de voluntad de la que esperé, si decía algo más lo iba a arruinar y como lo había dicho, sonaba lo suficientemente creíble.
—Claro, mi billetera está en la cocina. —Y volvió a concentrarse en su serie.
Traté de que no se me notara el alivio que me había invadido.
Cuando compré lo necesario, esperé hasta que llegara la hora. Según Tyler —el chico del periódico escolar y con fama de chismoso— Lucas probaría el club de matemáticas, porque aparentemente era bueno en ellas.
Entre mi habitación y su habitación había una rama que las conectaba, ese pedazo de madera me ayudaría a entrar, eso si mi equilibrio no me fallaba.
Tenté con cuidado lo resistente que era la rama, la última vez que había hecho eso, no me había caído. Tal vez no podría decir lo mismo ese día, pero no quería pensar en las fatalidades que pasarían si cayera.
Quizás solo un brazo roto.
Y una pierna.
No. Había dicho que no pensaría en eso. En fin, mis rodillas con suerte podían sostenerme, sentía que había un terremoto en la parte inferior de mi cuerpo. Podría haberme agachado y gateado hasta el otro lado, pero el hecho de tener más de cinco envases de mostaza no ayudaba.
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CLEAVED | Terminada
Teen FictionGrace detesta a su vecino. Lo malo es que sus padres y los de él se llevan fenomenal, por lo que tienen que pasar prácticamente casi todos los días juntos. Ahora, ¿qué pasará cuando el destino los junte aún más? Ella tendrá que aprender a convivir...