9. Vivir al límite

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—¿Quieres un Ginkgo Biloba?—Cindy se estaba refiriendo a un árbol.

—Si. —le respondí con total seguridad.

Lucas me había dicho que sus bromas serían peores, pero no-no-no, si creía que me quedaría en las galletas con pasta de dientes, estaba completa y totalmente equivocado, era ahora de llevarlo al siguiente nivel.

Cindy es una amiga mía, trabajaba en el vivero al que siempre iba y a veces nos veíamos en el instituto, pero es menor que yo, así que no teníamos las mismas clases.

Y ahí estaba yo, pidiendo un Ginkgo Biloba, si ustedes no lo saben, les cuento. Este árbol tiene unas hojas verdes muy bonitas y una forma muy peculiar, parece muy inofensiva por afuera, pero lo que no se sabe es que....

—¿Por qué quieres una planta con olor a vómito?—Cindy estaba estrechando sus ojos color celeste en mi dirección, tenía sus pies sobre la mesa y un montón de cuadernos encima, deduje que estaba estudiando para algo. Pero no se sorprendía, siempre estudiaba.

De hecho, estudiaba tanto en su trabajo de cuidar a las plantas, que se olvidaba cuidar a las plantas, tenía suerte de que una de sus familiares fuera la dueña de la tienda. Aunque a veces yo venía y la ayudaba, no era problema para mi hablar con las flores.

—No solo huele a vómito, sino que también tiene...—

—...Semillas que causan una comezón muy fuerte,—completó y bajó los pies de la mesa para acercarse más a mi—, me he estado informando, pero eso no responde a mi pregunta. Sabes que mi tía no me deja venderte plantas que puedan causar daño, por lo de... eh... el incidente.

Sonreí tratando de parecer lo más inocente del mundo, como si no quisiera ocupar esa planta pestilente para hacer algo muy, muy malo.

El incidente había pasado hacía un año, en vez de Cindy, estaba Harley, su hermano mayor, ese día había aprendido sobre lo tóxicas que eran las Belladonnas (o también llamadas Atropa Belladonna), quería tener una en mis manos para observarla y analizarla, entonces fui a ese vivero y compré una. Harley no es tan detallista como Cindy, —más bien diría que es muy patoso—, no se dio cuenta de lo que estaba comprando y creyó que esas eran bayas normales.

Y vaya que esas bayas no eran normales.

Las Belladonnas son tan tóxicas que con solo comer diez u ocho de sus frutos, puedes morir. Así es.

Cuando volví hacia donde estaba mi nueva compra, Harley tenía las pupilas dilatadas y me dijo que veía borroso y que le dolía la cabeza, al principio creí que se había fumado algo, pero después comenzó con las alucinaciones y yo me asusté. Le insistí que fuera al hospital (lo acompañé, por supuesto, porque apenas podía caminar en línea recta) y ahí nos dijeron que él tenía veneno en su organismo, luego Harley se dignó a decirnos que se había comido unas bayas muy bonitas.

Yo quise estrangularlo en ese momento. Y su tía quería estrangularme a mí.

La convencí que no me privara de ir al vivero y Cindy me ayudó diciéndole que ella no sería capaz de cuidar a todas esas plantas sola. Su tía aceptó, pero ya no podría comprar más plantas peligrosas.

—Sabes que ya no me llama la atención ese tipo de plantas—le dije, lo cual era total y absolutamente mentira—. Es para un proyecto del insti.

Pude ver que lo estaba considerando y mi conciencia estaba a punto de darme unas palmaditas en la espalda como una mamá orgullosa. Pero Cindy era inteligente. Más que yo. Su mirada observaba todos mis movimientos con detención, sentí como si pudiera leerme, y traté de verme lo más compuesta posible.

CLEAVED | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora