Capítulo 1.

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Capítulo 1.

Manejo por primera vez en tres días por carriles diferentes a los que conducen de mi casa al trabajo y viceversa. Es la primera vez que salgo a un lugar diferente, sin embargo no es un lugar en sí, sólo conduzco a las once de la noche.

Tres días, tres malditos días que se siente una eternidad desde que Callum dejó el apartamento. Ni siquiera ha vuelto por su ropa, pero deduzco que es porque tiene en el apartamento de su novio.

Suelto una risa sarcástica.

—Claro que tiene ropa en su apartamento —mascullo, un sollozo se me escapa y agradezco que la carretera no esté abarrotada porque apenas veo a través de mis lágrimas.

Odio esto, odio esta presión en mi pecho, el picor de las lágrimas; odio tener el corazón roto.

Más odio albergo por no ver las señales. ¿Tan siquiera mostró o estaba, estoy, demasiado enamorada para haberlo pasado por alto? ¿Cuáles eran? Nuestro coqueto al principio era evidente, jamás mostró señal de asco al tocarme o besarme, y me regalaba una sonrisa tan brillante.

No lo comprendo, sigo sin entenderlo. Nuestra relación era maravillosa, ¡teníamos discusiones! Y sexo, también hubo de eso. No me dio las putas señales, al menos debió ser considerado con ello...

Los celos; nunca hubo celos por parte de él. Y cuando yo lo celaba, la seguridad que me transmitía era inmensa. Claro, porque no había una chica de la cual preocuparme, pero sí de un chico.

—Maldita sea... —golpeo el volante, sin querer presiono la bocina pero no hay nadie quien me recrimine por eso. Con furia seco mis lágrimas.

Me siento patética, incluso he dormido con sus camisetas y las he bañado de lágrimas. ¿Qué más patético que eso?

No estoy tan lejos de mi urbanización, reconozco un poco por donde conduzco ahora, así que aparco en el pub que está debajo del edificio en el medio una bifurcación. Me dirijo a la barra caoba y tomo asiento en uno de los taburetes altos. El barman, el único que veo en el lugar, se acerca pero antes que él hable lo hago yo.

—Malditos taburetes sin respaldar —farfullo la queja—. ¿Tienes tequila?

Ansío algo fuerte ahora mismo.

Él alza sus cejas. —¿Segura que quieres eso?

—Sin dudarlo.

En segundos tengo mi trago en la mano, al otro segundo el vaso está vacío. Costumbre del ardor desde hace años previene que sea tan fuerte esta vez.

El barman me observa. Es un hombre de tez blanca y cabello azabache, una mirada penetrante de ojos marrones, su rostro con forma de diamante tiene un rastro de barba en su mentón y mandíbula.

—¿Un día duro? —inquiere.

Sacudo la cabeza. —Tres días de mierda.

—¿Puedo hacer algo por ti?

—Servirme otro trago.

Él asiente, toma la botella y llena mi vaso. Me observa tomarlo de un solo trago.

—Menuda habilidad, eh.

—Tuve un año sabático luego de la preparatoria, estuve en argentina. Mi mejor amiga Emilia me presentó el maravilloso tequila de México.

—Qué amable de su parte —sonríe de lado—. ¿Hablas español?

—Sí —asiento—. Irlandés, inglés, español, y un poco de francés.

A Través de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora