Capítulo 26.

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Capítulo 26.

Está lloviendo, y no es una cursi metáfora sobre mis emociones, solo es ese fenómeno atmosférico al que estamos acostumbrados.

Observo las gotas golpear la ventana desde mi cama; mi ceño está fruncido pero las mejillas secas a comparación de la ventana. Dejé de llorar en el momento que caí dormida aquella noche, desde entonces solo ha quedado una actitud hostil.

Mi celular suena otra vez, sé que se trata de Callum. Es la tercera llamada de hoy, y seguramente la última, como ayer. Y como ayer, lo ignoro.

Jamás, cuando estábamos juntos, había insistido tanto en sus llamadas.

El repetitivo quak, quak de Luleb llama mi atención, profundizo más mi ceño al ver las huellas mojadas que deja detrás de sí.

Tuve que distraer mi mente así que me nutrí de información sobre el cuidado de patos. No es que requiera muchos cuidados especiales, mientras tenga su propio lugar, comida, agua y un lugar donde nadar estará bien, y siendo supervisado, claro.

Llené una gran taza de agua para que aprendiera a nadar, y otra de alimentos a un lado, pienso que puede andar por todo el apartamento hasta que le consiga su propio lugar, incluso le puse unos viejos trapos como cama.

Supongo que debe tener frío, la calefacción no la he encendido. Me inclino y lo tomo entre mis manos para subirlo a la cama, mueve sus pequeñas alas pero se tranquiliza de inmediato.

—A veces casi olvido que te tengo, Luleb —murmuro acariciándolo. Es lo único que me ha distraído—. Será mejor que cambie eso si te quiero vivo.

Y aquí estoy yo, con mi todavía corazón roto, hablándole a mi pato mascota.

Sin embargo, preferiría eso ante todo, lo sé porque escucho el timbre e inmediatamente sé que no quiero levantarme a hablar con alguien.

—Veamos quién fastidia —Me levanto y lo llevo conmigo, recuerdo perfectamente que me ha causado gracia cada vez que se enteran que compré un pato y tal vez eso serviría un poco.

Camino hasta la puerta, son mis hermanos y al abrir ellos ni siquiera ven mi rostro, solo observan con fijeza a Luleb. Hay silencio mientras una de las comisuras de mis labios se alza.

Sabastián da un paso adelante y coloca el torso de su mano en mi frente.

—Debes estar ardiendo en fiebre como para comprar un puto pato.

—Ey, no insultes a mi Luleb.

—¿Por qué Luleb? —inquiere Adara tomándolo de mi mano y luego entra a mi apartamento.

—Luther es rubio, él amarillo —explico siguiéndola a dentro—, y Caleb es mi favorito.

—¿Sí sabes que cuando crezca dejará de ser amarillo?

Asiento. —Lamentablemente, me gusta su color.

—Es lindo —murmura ella acariciándolo. Luleb se sacude y graznea con fuerza—. Aún se acostumbra, supongo.

—Sí, recién le hice su piscina y la cama, miren —señalo la pared contraria del televisor, donde están sus cosas. Al volver la mirada me encuentro con la de Sabastián en mí, regalándome una expresión seria.

—¿Has estado durmiendo bien, Anne?

Lo cierto es que no, ellos pueden deducirlo fácilmente porque no llevo maquillaje para cubrir las ojeras que se han creado en dos noches de vela.

A Través de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora