Capítulo 7.

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Capítulo 7.

Deslizo mi dedo en la pantalla del celular a la vez que saco mi bolso y carpeta del coche. Leo los mensajes del grupo de WhatsApp de mis amigos del trabajo, donde Gavin envió una imagen y pregunta qué opinamos. Abro la imagen para leer la frase que dice. 

Escribir un libro de autoayuda, originalmente es una terapia para quien lo escribió.

Me detengo a pensarlo un momento; he leído esa clase de libros por recomendación de mi terapeuta de años pasados, algo en particular con esos libros es que hay que leerlos con criterio y saber que todo lo que dice, puede que no se aplique tan exacto en nosotros.

Pero... si escribo uno, basándome solo en mí misma, ¿cómo resultaría? No necesariamente debo publicarlo o compartirlo, simplemente es para ponerme metas a mí misma, una guía para salir adelante y reparar lo destrozado de mi corazón. Puedo buscar información sobre el tema, tips, luego analizarlo, eligiendo lo que sé que sería lo mejor para mí.

Y me gusta escribir, puedo incluir mis emociones e ideas para mejorarlas. Tengo también muchísimas frases motivadoras de instagram, twitter y tumblr. Creo que serviría.

Ya encontré mi primer paso para avanzar: escribir un libro de autoayuda. Lo haré, lo inicio hoy mismo. No será una novela, no tendrá una trama, pero el simple hecho de tener algo nuevo que escribir me llena de gozo, tomo el que siento ahora como esperanza.

La bocina de un coche hace que voltee, Sabastián se asoma por la ventana del conductor y sacude su mano. Sonrío acercándome a él, baja el vidrio de la puerta de copiloto y me apoyo ahí.

—¿Vienes del trabajo?

—Acabo de llegar. ¿Qué tal tu día?

Su sonrisa crece. —Hoy nos dijeron que pronto, en la semana veinte, sabremos el sexo del bebé.

Ahora es mi sonrisa la que crece, mi emoción aumenta.

—Mierda. ¡Falta poco! Solo cuatros putas semanas más y luego nos caeremos a puñetazos por el nombre.

Él ríe. —¿Crees que papá trate de convencernos para colocarle tres A en el nombre?

—¿Creer? Lo sé.

—Sí, es claro —afirma divertido—. ¿Puedes avisarle a Ada que acá espero? Y dile que se apresure, debemos buscar comida china para Nora y su antojo.

—Madre mía, ya quiero embarazarme para que me consientan así.

—Pobre el hombre que te embarace, lidiar con tus antojos, tu temperamento, palabrotas cada cinco minutos... Me compadezco de él.

—Imbécil —río—. Nos vemos, Sabs.

Sacude su mano en despedida y luego entro a mi edificio. Cuando estoy subiendo las escaleras, enumerando nombres en mi mente, el celular suena. Es Adara.

—¿Ya vienes en camino? —pregunta.

—Voy subiendo.

Dicho eso cuelga, frunzo el ceño observando extrañada la pantalla. Apenas paso a mi pasillo observo en el corredor a mi hermana mirando fijamente en mi dirección.

—¿Qué sucede, por qué me colgaste así?

—Porque... mierda, Anne —resopla frustrada antes de hablar rápido—. Le dije que no estabas pero insistió y ahora está esperándote dentro. No sabía qué hacer.

—Entiendo muy poco, habla más lento.

—No quería ser grosera así que la dejé pasar. Perdóname, Anne.

A Través de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora