Capítulo 48.

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Capítulo 48.

Es bastante irónico que ahora sí esté pensando antes de actuar, que ya no hay un tercero que salga herido sí pienso y cuando lo hubo no lo hice. Pero esa es la cosa de meter la pata, obtienes tu experiencia y eso lo cambia.

Aunque puedo pensar por mí misma quisiera oír la perspectiva de alguien más antes de decidir y actuar. La razón de pensar en Declan es porque él ha demostrado desde el inicio ser un buen consejero, él escucha y no juzga; señala los errores sin criticar y no da una opinión directa, en cambio ofrece sus consejos de una manera tranquila y empática.

Esa característica de él se asemeja más a la de un padre, pero no enteramente en sí. Cuando los padres aconsejan usualmente nos sentimos atacados o incomprendidos; con Declan no, tal vez sea por su edad. Los padres suelen olvidarse que ellos pudieron pasar por lo mismo, en cambio Declan lo mantiene presente cada vez que aconseja, creería que mientras escucha se imagina a él en tal situación.

Sin embargo esta vez no quiero molestar a Declan, que escuche mis problemas cuando está teniendo los suyos. No sé detalladamente cuáles son, pero su respuesta fue 'sus hermanos' así que ya me hago una idea. Por lo tanto decido recurrir con quien lo asemejé.

—Así que puedo elegir lo que sea y tú pagas —dice papá observando la vitrina de helados—. Porque tú me invitaste, entonces es lo justo y lógico. No puedes invitar a salir a alguien y que deba pagar sus cosas.

—Nunca dije que no pagaba, papá.

—Solo estaba asegurándome.

—Joder, cualquiera pensaría que estás en la quiebra —sacudo la cabeza; elige un helado bastante grande, lo miro y él sonríe. 

—¿Qué? Yo te di la vida y mucho de lo que tienes hoy.

—Primero, yo gané la carrera de espermatozoides; segundo, parece que mamá hizo todo el trabajo.

—Pero yo te di mucho de lo que tienes hoy, fin.

—Bien, disfruta de tu helado grande —contesto, pido un batido de piña y luego nos vamos a sentar en una mesa junto la ventana.

—¿Cómo te ha ido de subgerente, Anne?

—Bastante bien, entre Gavin y yo siempre hay un equilibrio. Ambos tratamos de mantenernos estables.

—Eso es bueno. ¿El señor del que siempre te quejabas dejó de molestarte?

—Sigue siendo un grano en el culo —digo; con papá puedo decir palabrotas, aun así me limito a unos cuantas—, pero ya no es personal.

—Me alegra saberlo —asiente, toma una gran cucharada del helado y lo saborea con una expresión reflexiva—. ¿Puedes creer que tu hermano se vaya a casar pronto?

—Nunca me imaginé la boda de Sab, pero ya que pasará y la visualizo cuesta creerlo un poco. A veces hasta me cuesta creer que es padre.

—Está haciendo un buen trabajo, es bastante atento —dice orgulloso—. Tu madre llorará apenas lo vea de pie en el altar.

—Qué va... desde que lo vea con su traje.

—Bastante probable —concede divertido—. Bueno, uno menos. Nos quedan dos que acaparar.

—Tranquilo, tenemos tiempo por delante para que nos acaparen.

—Sabes, cuando ustedes estaban pequeños pensaba muchas veces qué haríamos tu madre y yo cuando crezcan... ahora que está sucediendo, Sabastián siendo padre y se casará, tú cumpliendo veinticuatro años y Adara los dieciocho... aun no hallo la respuesta.

A Través de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora