Capítulo 13.

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Capítulo 13.

—¿Qué sucede?

Adara, Sabastián y yo volteamos hacia la voz de mi padre, quien está en la puerta que da al patio, donde estamos nosotros tres. Él se cruza de brazos y nos regala una mirada seria.

—Díganme antes que su madre llegue, así sabré qué debo hacer.

Muerdo mi uña y papá no se pierde ese gesto.

—Alannah —entrecierra los ojos.

Sabastián me codea, Adara hace lo mismo del otro lado. Miles Fiztgerald nos mira exasperado.

—Me despidieron del trabajo —susurro.

Él abre los ojos, ampliándolos. —¿Qué?

—Me despidieron, papá.

—¿Cómo...? ¿Por qué...? —Inhala profundamente—. Anne, ¿qué pasó? 

—Tuve una discusión con mi jefe, fue a mayores y terminé pegándole en los bajos...

—¡Alannah! —Amplía los ojos—. Ya va. No lo entiendo. Tú eres... tú... ¿cómo pudiste?... Déjame procesarlo.

Una sonrisa va formándose en mis labios, mis hermanos se están riendo. Papá arquea sus cejas pero luego suelta un suspiro y se toma el tabique de la nariz, para este punto nosotros estamos apoyándonos entre los tres mientras reímos.

—¿No perdiste el trabajo?

Niego con la cabeza. —De hecho, me ascendieron.

Papá cubre su boca, me observa impresionado mientras traslada su mano a su frente. Mi sonrisa crece.

—¡Alannah! —exclama ahora con alegría.

—Subgerente Alannah Fiztgerald, por favor.

Él se ríe y avanza hasta mí, lo abrazo.

—¡Vaya, Anne! Felicidades —Aprieta su abrazo y me alza un poco—. Estoy orgulloso de ti, mi niña.

Es de las frases que más amo escuchar de mis padres, me hace sentir tan bien conmigo misma y siento que lo fracturado se enmienda. Es literalmente lo mejor que podría decirme.

Le dejo besar mi frente y alzarme de la misma manera que hizo Sabastián cuando le dije la noticia.

—Ustedes algún día me matarán de un susto —dice devolviéndome al suelo pero me mantengo a su lado, su brazo rodeándome—. No me imagino la noticia de cuando ustedes sean madres o se casen, presiento que será peor que lo de Sab, necesito prepararme.

—¿A quién debimos salir? —inquiere Adara con una sonrisa.

—Pues, dudo que sea de él, ¡míralo y míranos! —comenta Sabastián.

Papá arquea una ceja. —¿Qué insinúas, muchachito? Tu madre...

—Exacto, mi madre debió hacer más trabajo que tú en el momento de concebirnos.

—Dios, dame paciencia —dice haciéndonos reír.

La puerta principal es abierta, segundos después la voz de mamá se escucha.

—¿Amor?

Papá se voltea hacia nosotros, emocionado. —Déjenme ser parte de la broma.

Los tres nos reímos pero aceptamos. Él toma aire, vuelvo a estar entre mis hermanos y al voltearme me encuentro con una expresión preocupada –maldición, se ve tan real que hasta me hace formar un puchero- justo cuando nuestra madre aparece.

A Través de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora