Capítulo 18.

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Capítulo 18.

—¡Alannah, espera! —suplica Adria—. ¡Maldición, ¿cómo corres con tacones?!

Yo también estoy impresionada por la rapidez que tengo aun con mis tacones, jamás había tenido tanto equilibrio y rapidez a la vez. Pero eso es lo de menos.

Lo voy a matar.

Yo lo voy a matar.

Esquivo a mis compañeros de trabajo, algunos saltan hacia atrás apenas me ven, saben que voy con urgencia y no me detendré. Adria sigue detrás de mí lanzándole maldiciones a todos para que me detengan.

Observo el elevador, aun si no tuviera las puertas cerradas no lo tomaría. Me siento impotente, demasiado cabreada, si me quedo en ese lugar tan cerrado estoy segura que enterraré mi puño en la pared de metal y mi puño con todas mis fuerzas está reservado para el cabronazo.

Paso de largo el elevador justo cuando se abre y Noeh salta hacia adelante tomándome la muñeca, con un movimiento brusco me libero de su agarre para seguir mi camino.

—Oh Dios, ella lo va a matar —jadea Daria uniéndose a la persecución de Adria y Noeh.

—¡Por supuesto que lo voy a matar! —vocifero con furia.

—Anne, dulzura, escúchame...

—No tengo tiempo, Noeh —mascullo.

—¡¿Cómo es que ella puede ir tan rápido con tacones?! —Atenea nos alcanza, por lo menos a ellos, estoy a una distancia considerable—. ¡Mujer, casi me caigo dos veces!

Antes de Adria ella ya estaba tratando de detenerme. Ahora tengo a los cuatros siguiéndome suplicando que me detenga; no lo hago.

Abro la puerta de las escaleras y empiezo a subir los tramos de escalones, sé que he avanzado a otro piso cuando paso una puerta y ésta se abre detrás de mí; Caden maldice.

—¡Síguela! —apremia Shea detrás suyo.

Lo único que se escucha son las fuertes pisadas en las escaleras, es un alboroto de pisadas y súplicas para detenerme, intentan convencerme pero nadie me impedirá arrancarle la cabeza.

Estoy furiosa, demasiado cabreada, mi pecho sube y baja con tanta rapidez por la impotencia. Aprieto mis puños. Ahora sí le daré razones para que el odio sea mutuo.

La puerta frente a mí se abre de golpe haciéndome saltar hacia atrás, suerte que es piso liso y no escalones. Resoplo cuando Owen y Gavin aparecen frente mí.

—¡Maldita sea, déjenme matarlo!

—Anne, tranquilízate.

—Owen Matthews, es lo peor que le puedes decir a una chica cabreada —dice Celia asomándose detrás—. ¿Dónde están el resto?

Gavin cierra la puerta y se cruza de brazos apoyándose ahí, impidiendo mi escape mientras Owen trata de tranquilizarme.

—Alannah, sé que estás cabreadísima y quieres arrancarle las bolas a ese desgraciado, pero si lo haces no será bueno para ti tampoco.

—Anne, acabas de ser ascendida, no puedes permitir que ese bastardo te lo haga perder —dice Gavin.

—Si él hubiera estado divulgando tu jodida vida ese bastardo ya habría perdido la suya —contraataco—. Quítense de mi camino, no le voy a permitir joderme —Rodeo a Owen pero Gavin me detiene colocando sus manos en mis hombros—. ¡Gavin!

—Si vas allá igual saldrás jodida, por un jodido infierno cálmate. Yo también quiero partirle la cara, no me parece justo lo que hizo.

—¡Porque no lo es! Que me condenen si me quedo de brazos cruzados.

A Través de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora