- Buenos días, guapa.
- Buenos días.
Alba se desperezó en la cama y sintió las tibias sábanas directamente contra su piel. Estaba, en efecto, desnuda junto a una chica de pelo castaño oscuro y muy rizado. La miraba con una sonrisa preciosa que Alba no pudo sino corresponder. Era una chica muy atractiva.
- No me explico cómo puedes ser más guapa recién levantada que de fiesta. ¿De qué planeta vienes?
- De uno en el que la gente que te mira está mal de la vista. Tengo que ser un cuadro ahora mismo -contestó estirándose y alcanzando los labios de la chica.
- No te ves con objetividad.
- La que no me ve con objetividad eres tú.
Alba se levantó de la cama dejando un nuevo beso en la boca de Virginia. La había conocido la noche anterior en el karaoke donde iba de vez en cuando con sus amigas. Estuvieron hablando todo el tiempo y sentirse de nuevo deseada era un factor que no esperaba. Desde el primer momento Virginia la había mirado como si no hubiera mujer más apetecible en el mundo, y el cosquilleo que le recorrió desde el ombligo hasta las rodillas fue difícil de resistir. Le había hecho reír, le había dado conversación interesante y le había provocado un temblor en su bajo vientre de tantas ganas como se notaba que le tenía. Necesitaba un poco de aquello y se había dejado embaucar por su labia y su mirada anhelante. Su propio deseo había nacido del deseo de Virginia, pero qué importaba eso, llevaba demasiado tiempo sin sentir aquella palpitación y le gustaba la sensación.
La invitó a desayunar y estuvieron hablando y riendo hasta que Alba tuvo que marcharse a comer a casa de su madre. Prefería quedarse en casa tonteando con Virginia, pues había resultado una compañía muy divertida y carismática, pero hacía unas semanas que no veía a su familia y no podía volver a darles plantón. Habían quedado en volver a verse el martes para tomar algo después del trabajo. Aunque Alba sospechaba que aquello iba a ser flor de pocos días no iba a rechazar aquella inesperada inyección de autoestima y de sexo.
- Hola, hermanita -dijo Marina dándole un abrazo cuando abrió la puerta.
- Hola, bella -le devolvió el abrazo y se pusieron a saltar como dos niñas pequeñas. La Rafi, su madre, las miraba con orgullo desde el marco de la puerta del comedor.
- Cariño, qué delgada estás, ¿es que no comes? -fue lo primero que dijo la Rafi cuando vio a Alba acercarse a ella con sus vaqueros anchos, sus deportivas y su jersey amarillo.
- Y dale. Estoy igual que siempre, mamá -Alba se dejó apretujar por su madre.
- No habrás dejado de comer por el chico ese, ¿no?
- Claro que no, mamá, estoy bien. Ya pasó.
Las tres se dirigieron al comedor donde ya estaba la mesa puesta a espera de la paella que reposaba tapada con papel albal en la cocina. Rafi fue a por ella, la dejó sobre el tablero y se dispuso a servir los platos y a hacerle el interrogatorio habitual a su hija.
- ¿Cómo estás, cariño? -puso esa cara de compasión por la reciente ruptura de su hija. Alba tragó saliva. El mal camino ándalo pronto, se dijo.
- Pues muy bien, la verdad. Al principio lo echas de menos porque al fin y al cabo han sido tres años, pero ha sido una buena decisión y cada día que pasa lo tengo más claro.
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La sala de los menesteres
FanfictionAlba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famosa cantante. La primera es pura luz, en el más amplio sentido de la palabra. La pena y la tristeza alimentan el alma de la segunda, sacando...