Cuando el domingo Alba Reche se despertó, tuvo una sensación de inestabilidad peor que si se hubiera bebido un bar, pues no hay peor resaca que la que provocaba Natalia Lacunza después de pasar el día con ella y sus juegos malabares de palabras.
Se quedó boca arriba en la cama un rato, intentando decantar los pensamientos accesorios y rescatar una probeta de verdad. Lo cierto era que se lo había pasado fantásticamente con ella. Ya hacía tiempo que no le incomodaba con insinuaciones amatorias ni comentarios inapropiados, había asimilado las reglas de ese nuevo juego y estaba empezando a jugarlo con su maestría habitual. Comprendía que al principio le hubiera costado un poco ubicarse en la nueva realidad de su relación, pero ahora que estaba asentada en el escenario se movía sobre él como pez en el agua.
Alba estaba tranquila por esto. No se sentía presionada, ni apremiada. No había prisas ni impaciencia en todo lo que le llegaba de la cantante, sino placentera pausa, una calma cálida que podía permitirse el lujo de ser eterna. Era gozosa esa manera de esperar, para ambas.
Natalia estaba frente a ella con su media sonrisa homologada, las manos en los bolsillos, los hombros relajados y la pose distraída. Se limitaba a disfrutar de su compañía cuando esta se daba y, aunque en ocasiones le zarandeaba por los brazos para que se fijara en su alrededor y dejara de esconder la cabeza de sus emociones, parecía que lo hacía más bien por la rubia que por sí misma. Era como si quisiera abrirle los ojos por su bien, perdiendo de vista el objetivo primario en todo aquello, que no era otro que recuperar su amor. Parecía que eso era lo de menos, solo quería que Alba caminara sin vendas, con la verdad en las manos. Únicamente de ese modo podría elegir o desechar lo que Natalia le ofrecía.
Había un pensamiento que no dejaba de taladrarle el cerebro, y era que le hubiera gustado que la morena durmiera con ella. Sin intención de llevar su relación física más allá de lo que lo había hecho, solo para dejarse acunar por sus largos brazos y acurrucarse en su calor, como si ese abrazo pudiera reordenar las piezas que se habían descolocado en el último medio año. Sentía que tenía una herida que rezumaba pus y que esa era la única manera de sanarla: Natalia y ella tan pegadas que no cupiera el miedo entre sus cuerpos.
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Saltó de la cama como un pertiguista, pero al revés, se puso su temita con Bad Bunny y empezó a bailar como si le fuera la vida en ello. Se sentía como Son Goku en su nube surcando el cielo encenagado de Madrid. Flotaba Natalia Lacunza a medio palmo del suelo, lo que le dificultó moverse por la casa, pues tenía que ir propulsándose con las paredes y los muebles. Era un misil teledirigido, inquieto y sobrado de energía.
Desayunó como si se lo mereciera, que para eso era domingo, y decidió salir a correr. Si seguía con esa cantidad de adrenalina corriendo por sus venas iba a estallar por los aires.
Y no era para menos. No solo había pasado un día chachi con la fisio de su corazón, sino que había sido agradable, cómodo y divertido. Incluso, al final de la noche, en su estúpida vuelta a la manzana, Alba había apoyado su cabecita rubia sobre su hombro, apretando el lazo en torno a su cintura como si se sintiera tan a gusto que no se quisiera separar. Al menos así lo había sentido ella.
La parte más optimista de su mente le decía que iban por el buen camino, que Alba estaba reconectando con todo lo que sintieron la una por la otra, que empezaba a gustarle, no solo como ser humano, sino como algo más, y que había plantado al menos un pie en la senda del amor. Su parte más terrenal le recordaba que, dejando a un lado la vertiente romántica que había tomado su relación en el pasado, su conexión siempre había estado fuera de dudas y muy lejos de lo que se consideraba normal, por lo que sería fácil confundir dicha conexión con los temas del corazón.
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La sala de los menesteres
FanfictionAlba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famosa cantante. La primera es pura luz, en el más amplio sentido de la palabra. La pena y la tristeza alimentan el alma de la segunda, sacando...