Capítulo 59. Ella no era así.

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Unos vaqueros ajustados, una camiseta negra del merchandising de la primera gira de Lacunza y las zapatillas con plataforma que tanto le gustaban, ojos negros y el pelo alborotado, como si se dispusiera a ir a un concierto de rock duro y no al de, pongamos por caso, la intensa y sensible de su chica. 

Natalia llevaba toda la tarde mandándole audios histéricos y emocionados, a caballo entre el ataque de nervios y las puras ganas de volver al hogar que suponía para ella lo alto de un escenario. Vibraba ella y el aire que la rodeaba, y se daba cuenta de lo indispensable que era para ella aquella parte de su vida. Estaba en un estado de efervescencia tenso que era contagioso, y ya dudaba de quién estaba más ansiosa de las dos. 

Ahora que conocía bien a Lacunza le sorprendía su dualidad, pues nadie diría, después de conocerla tan profundamente en persona, que aquella tímida y vergonzosa muchacha que se arrugaba cuando tenía que pedir una ronda se moviera con tanta seguridad y desenvoltura frente a miles de personas que habían pagado por verla cantar. No dejaba de fascinarse con Natalia ningún día, qué barbaridad. 

Era el momento y lo sabía, el momento de conectar de una vez a la Natalia artista y a la de andar por casa, a la loca que se sentaba en el borde del escenario con su sonrisa seductora y la guitarra sobre las rodillas y a la miniatura que llamó con inseguridad a la puerta de su despacho con un brazo en cabestrillo y un café en cada mano. Sonrió ante el recuerdo. Ese día vería a la pequeña Lacunza hacerse gigante ante sus ojos. Puro espectáculo. 


- Tata, ve bajando que estamos llegando. 

- Ya voy. 


Colgó y salió despedida a acariciar a Queen, cogió su riñonera roja, que Natalia siempre decía que parecía una mochila por lo grande que quedaba en su menudo cuerpo, las llaves y se marchó del piso con la sensación de que la que iba a cantar sería ella. 


- ¡ALBA, ESTOY ATACADA! -gritó su hermana nada más entrar en el taxi. 

- ¡MINI, YO TAMBIÉN! -se cogieron de las manos y empezaron a botar en el asiento con una risita estúpida y los ojos más brillantes de todo Madrid. 

- ¿Voy bien? -preguntó la Rafi cuando terminó su arrebato fangirl. 

- Natalia tenía razón: el cuero te sienta fenomenal. 

- Menudo culazo, Rafi -asintió Marina. 

- ¿Cómo estás, hija? -su madre le puso el pelo tras la oreja para poder ver mejor su expresión y contestarse ella misma a su pregunta. 

- Estoy de los PUTOS NERVIOS. 

- Te voy a consentir ese lenguaje porque yo también estoy nerviosa, así que no me quiero imaginar cómo estás tú. 

- ¿Cómo lo lleva Natalia? 

- Ha estado muy insegura -puso cara de sobrada-. Ya sabéis, no es fácil cantar canciones tristes cuando eres feliz -les guiñó un ojo y las dos acompañantes rodaron los ojos. 

- Creída de mierda -resopló su hermana. 

- No, en serio, ha estado muy cagada, pero ha encontrado un punto del que partir, así que ya está más tranquila. Han sido unas semanas duras -tragó saliva. Algo amargo le había invadido el paladar. 

- Nunca hubiera pensado en el viaje emocional que tienen que hacer los cantantes -reflexionó la Rafi en voz alta. 

- Ni yo -asintió Marina-. Después de tantos años de profesión y con una carrera hecha yo creía que simplemente se subían ahí como el que come pipas. 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora