Tras acompañar a su amiga a su tienda caminó hacia casa, se desnudó casi por completo y se echó una siesta pegajosa en el sofá. Hacía un calor de muerte y la brisa ligera que entraba por el balcón le secaba el sudor. Habían entrado en junio con todas las de la ley, y aunque las noches siguieran siendo frescas, las horas centrales del día derretían los pensamientos.
Sobre las siete se obligó a mover el culo, había quedado con sus amigas en una hora para tomar algo y cenar. Se duchó, se puso un pantalón corto, sus deportivas y una camiseta ancha. No tenía el cuerpo para comerse la cabeza con el outfit. Raya en el ojo, riñonera y a la calle.
Vio a sus amigas en su bar de siempre, que ya había puesto la terraza. Estaban despatarradas absorbiendo los rayos de sol que inundaban la plaza, sin hablar y con los ojos cerrados. Divas.
- Perdonen, ¿tienen un minuto para hablar de Dios nuestro señor? -dijo con tono serio, haciendo que se sobresaltaran.
- Has comido payaso hoy, por lo que veo -María la miraba con el ceño fruncido, pero una sonrisa destruyó su pequeña farsa-. Ven aquí, gigante verde, que te he echado de menos.
Se dieron un abrazo más largo que de costumbre y la morena se sintió feliz de volver a ver a su amiga. Pasaban tantas horas juntas, por trabajo y por placer, que cuando se alejaban sentía un vacío absurdo en el pecho.
- Yo también te he echado de menos, Mari -y le dio un besito en la mejilla antes de sentarse.
- ¿Y esto? -preguntó María, mirando alternativamente a sus dos morenas. Su cara de estupefacción era un poema.
- No lo sé, cariño -África se reía con la misma cara de asombro-, pero hoy ha venido a verme al trabajo.
- ¿Sin que nadie le obligara? -insistió la rubia.
- Y me ha invitado a comer -el remate de Afri fue el colmo. María se levantó de golpe, cogió a Natalia de la barbilla y la miró a los ojos, interrogante.
- ¿Quién cojones eres tú y qué has hecho con mi amiga?
- Sois imbéciles -dijo con dificultad, pues María la tenía cogida de la cara y le aplastaba los mofletes.
- ¿Me voy tres días y me la cambian? -se sentó de nuevo en su silla y pidió tres cervezas-. Que no me quejo, eh, que esta que me dice que me echa de menos y que me da besitos gratis me encanta.
- Qué exageradas, joder, si siempre soy maja -Natalia intentaba convencerles de que no había para tanto, pero fracasó estrepitosamente.
- Eres maja cuando quieres, que es casi nunca, pero esto es nuevo. Si hay que llamar a los geos para sacarte de casa, qué me estás contando.
- Siempre estaba en casa porque siempre estaba trabajando. Ahora no puedo -alzó el yeso-. ¿No decías que me tomara las vacaciones en serio? Pues ya estaría. No sé por qué tanto bombo.
- Querida, te recuerdo que llevas un mes escayolada, un mes -comentó Afri.
- No tendrá nada que ver cierta fisio buenorra en este cambio, ¿no? -Natalia casi se atraganta con el botellín tras las palabras de María. Mucho tardaba en salir.
- No sé qué podría tener que ver Alba en esto.
- Ah, que ahora es Alba -las amigas se miraban con una sonrisa divertida. Les encantaba picar a la cantante y habían encontrado un buen filón.
- Sois gilipollas, de verdad -notaba que el rubor se le subía a las mejillas. Mierda.
- ¿Nos vas a contar de una puta vez cómo fue salir con el culo de España o vamos a tener que esperar a mañana?
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La sala de los menesteres
FanfictionAlba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famosa cantante. La primera es pura luz, en el más amplio sentido de la palabra. La pena y la tristeza alimentan el alma de la segunda, sacando...