Capítulo 17. Pavas.

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Tras acompañar a su amiga a su tienda caminó hacia casa, se desnudó casi por completo y se echó una siesta pegajosa en el sofá. Hacía un calor de muerte y la brisa ligera que entraba por el balcón le secaba el sudor. Habían entrado en junio con todas las de la ley, y aunque las noches siguieran siendo frescas, las horas centrales del día derretían los pensamientos. 

Sobre las siete se obligó a mover el culo, había quedado con sus amigas en una hora para tomar algo y cenar. Se duchó, se puso un pantalón corto, sus deportivas y una camiseta ancha. No tenía el cuerpo para comerse la cabeza con el outfit. Raya en el ojo, riñonera y a la calle. 

Vio a sus amigas en su bar de siempre, que ya había puesto la terraza. Estaban despatarradas absorbiendo los rayos de sol que inundaban la plaza, sin hablar y con los ojos cerrados. Divas


- Perdonen, ¿tienen un minuto para hablar de Dios nuestro señor? -dijo con tono serio, haciendo que se sobresaltaran. 

- Has comido payaso hoy, por lo que veo -María la miraba con el ceño fruncido, pero una sonrisa destruyó su pequeña farsa-. Ven aquí, gigante verde, que te he echado de menos. 


Se dieron un abrazo más largo que de costumbre y la morena se sintió feliz de volver a ver a su amiga. Pasaban tantas horas juntas, por trabajo y por placer, que cuando se alejaban sentía un vacío absurdo en el pecho. 


- Yo también te he echado de menos, Mari -y le dio un besito en la mejilla antes de sentarse. 

- ¿Y esto? -preguntó María, mirando alternativamente a sus dos morenas. Su cara de estupefacción era un poema. 

- No lo sé, cariño -África se reía con la misma cara de asombro-, pero hoy ha venido a verme al trabajo. 

- ¿Sin que nadie le obligara? -insistió la rubia. 

- Y me ha invitado a comer -el remate de Afri fue el colmo. María se levantó de golpe, cogió a Natalia de la barbilla y la miró a los ojos, interrogante. 

- ¿Quién cojones eres tú y qué has hecho con mi amiga?

- Sois imbéciles -dijo con dificultad, pues María la tenía cogida de la cara y le aplastaba los mofletes. 

- ¿Me voy tres días y me la cambian? -se sentó de nuevo en su silla y pidió tres cervezas-. Que no me quejo, eh, que esta que me dice que me echa de menos y que me da besitos gratis me encanta. 

- Qué exageradas, joder, si siempre soy maja -Natalia intentaba convencerles de que no había para tanto, pero fracasó estrepitosamente. 

- Eres maja cuando quieres, que es casi nunca, pero esto es nuevo. Si hay que llamar a los geos para sacarte de casa, qué me estás contando. 

- Siempre estaba en casa porque siempre estaba trabajando. Ahora no puedo -alzó el yeso-. ¿No decías que me tomara las vacaciones en serio? Pues ya estaría. No sé por qué tanto bombo. 

- Querida, te recuerdo que llevas un mes escayolada, un mes -comentó Afri. 

- No tendrá nada que ver cierta fisio buenorra en este cambio, ¿no? -Natalia casi se atraganta con el botellín tras las palabras de María. Mucho tardaba en salir. 

- No sé qué podría tener que ver Alba en esto. 

- Ah, que ahora es Alba -las amigas se miraban con una sonrisa divertida. Les encantaba picar a la cantante y habían encontrado un buen filón. 

- Sois gilipollas, de verdad -notaba que el rubor se le subía a las mejillas. Mierda

- ¿Nos vas a contar de una puta vez cómo fue salir con el culo de España o vamos a tener que esperar a mañana? 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora