Capítulo 97. Plantas.

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Amaneció el domingo como si quisiera dejarles un día magnífico para estar al aire libre: ni una nube en el firmamento y una brisa que alejaba el calor incipiente de abril. Natalia intentó dormir un rato más para que el día se le pasara más rápido, pero no pudo alargarlo más allá de las diez de la mañana. 

Café, un cigarro y la libreta. Saltó por encima de algunas plantas y se sentó en su butaca de siempre. Sacó el teléfono y vio el vídeo que Damion le había mandado del videoclip. 


Y contar uno a uno tus labios, no pensar ni siquiera en dormir. 

Hablarte muy sucio y muy bajo... 

Tu pelo y mi ropa tirados, sedientas por sobrevivir. 


La verdad era que la canción tenía lo suyo. Rió en alto, entre la emoción y la incertidumbre. Al fin y al cabo, nunca había escrito una canción tan abiertamente lésbica. 

Pensaron en volver a grabarlo, pero ahora, viéndolo con un par de días de perspectiva, lo cierto era que le gustaba tal y como estaba. Tenía un aire íntimo, personal e intransferible que le encantaba. Se desenfocaba en algunas partes por la falta de luz, pero eso le daba todavía más potencia. 

Sí, definitivamente iba a quedarse así. 




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- Buenos días, mami -saludó Alba con dos besos y un abrazo apretado. No buscó a Marina al entrar, estaba de fin de semana con las amigas del trabajo. 

- Qué guapa estás con ese pelo, hija mía. Bueno, con cualquier cosa. 

- Qué vergüenza, Rafi, no me digas esas cosas y menos con las pintas que traigo.

- Te queda bien el rollito Justin Bieber, cariño -bromeó, mirándola de arriba a abajo: pantalón ancho de chándal y una sudadera con capucha tres tallas más grande. 

- Es que he quedado luego para hacer de jardinera -se sentó en el sofá.

- ¿Y eso? -la Rafi cogió su copa de vino y llevó una cerveza a Alba. Picotearon algo antes de comer. 

- Natalia, que como parece que va a quedarse en Madrid de manera indefinida, ha decidido que quiere una terraza como la mía. 

- Es que tu terraza es una maravilla -sonrió-. Una famosa envidiando tu jardín, quién te lo iba a decir, ¿eh? 

- Ya te digo. 

- Estáis mucho mejor desde que hablasteis, ¿verdad? 

- Mucho -sonrió un poco tímida-. Sobre todo yo. Entenderla me ayuda, y estamos más a gusto cuando nos vemos. 

- ¿Con las chicas? 

- Y solas -la Rafi elevó una ceja, pero Alba no se dio cuenta-. Me hizo acompañarla a un vivero que era una pasada, mamá. No pude resistirlo y me compré yo también un par de plantas. 

- No es fácil resistirse a lo que a una le gusta -la miró de reojo mientras se inclinaba para coger una aceituna. 

- No, no es fácil -murmuró, un poco perdida en sus pensamientos. Suspiró tan fuerte que la Rafi supo que tenía una tormenta en su cabeza. 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora