Estaba encendiendo su ordenador cuando Alba pasó por la recepción como alma en pena. Apenas le hizo un gesto con la cabeza y le dedicó una sonrisa mustia. Si algo esperaba esa semana era a su jefa dando saltitos como una loca por tener de nuevo a su churri en la ciudad, no aquella procesión de la Dolorosa que acababa de presenciar.
Lío en la casa del amor.
No salió en toda la mañana a recibir a ninguno de sus pacientes, los hacía pasar a través del intercomunicador.
Es grave el tema.
Estuvo tentada de escribir a la Mari para ver si ella sabía algo, pero prefirió dejarlo entre ellas. Bastante cotilleaban ya a sus espaldas como para hacer un espectáculo del drama que parecían llevar encima.
A las dos esperó que la rubia fuera a buscarla para comer, pero no apareció.
Eso sí que no.
Fue a su despacho y llamó a la puerta con paciencia. No encontró respuesta. Volvió a intentarlo.
- Qué.
- A comer -dijo a través de la puerta.
- No tengo hambre, Marta.
- Voy a entrar.
Y entró. Como el que pone el intermitente cuando ya se está metiendo en el carril. Pa na.
- Alba, no vas a estar todo el día sin comer, así que mueve ese culazo que dios te ha dado.
Su jefa tenía la misma cara que un médico saliendo de guardia. O sea, mal. Estaba tirada en la camilla que tenía en su despacho con la cabeza metida en el agujero, boca abajo. Fue hacia ella y tiró de su brazo.
- Vamos.
Alba refunfuñó, pero se dio por vencida. No quería que la recepcionista perdiera su hora de comer intentando convencerla. Se levantó a regañadientes y la siguió hasta la calle sin decir ni esta boca es mía.
Pidió algo frugal para comer, que bueno, algo era algo, y se dejó la mitad en el plato.
- Y ahora vas a decirme qué te pasa.
- Es una cosa con Natalia, pero no quiero hablar del tema.
- Si te ha hecho algo dímelo y le pegaré una paliza -dijo muy seria.
- Pues deja el móvil con sonido, por si acaso -le dedicó una sonrisa triste y volvió a remover sus espaguetis con indiferencia.
Alba dejó que su amiga hablara sobre cualquier tontería que se le ocurriera: Marta era muy buena en el hermoso arte de la distracción. Apenas intervino en la conversación. Solo quería terminar ese día e irse a casa a llorar. Un ratito.
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Catorce horas después Natalia Lacunza solo se había levantado de su mecedora para mear, vaciar el cenicero y hacerse tres cafés.
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La sala de los menesteres
FanficAlba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famosa cantante. La primera es pura luz, en el más amplio sentido de la palabra. La pena y la tristeza alimentan el alma de la segunda, sacando...