Capítulo 32. Desaparecer.

43.3K 1.4K 1.9K
                                    

Natalia esperaba en la calle dando patadas al suelo. Nerviosa era una palabra que no abarcaba a describir cómo se sentía. 


Va, tonta, que es Albi, ¿qué es lo peor que puede pasar? 

Que esté enfadada conmigo. 

Pero ya sabes que no lo está. Va, di, ¿cuál es el problema?

Que se arrepienta. 

Te ha comido toda la boca esta misma mañana y te ha dicho, literalmente, que no lo siente. Vamos, cobarde, dilo. ¿Qué temes? 

Que quiera hacer como si no hubiera pasado y seguir como hasta ahora. 

¿Y eso por qué? 

Porque yo no quiero seguir como hasta ahora. 

¿Y qué quieres? 


- Hola, Nat -la cantante levantó la vista y allí se la encontró, con una sonrisa un poco tímida y el brillo de todas las luces de Madrid en sus ojos. 


Besarla diez horas. 


- Hola Albi -se acercó sacando fuerzas de flaqueza para darle dos besos. 


Sin mediar palabra caminaron una junto a la otra hasta que llegaron a un bar al que Alba iba a veces con las chicas. Tenía mesas altas y taburetes contra los enormes ventanales, y allí se sentaron, mirando el tráfico y la gente pasar. Pidieron dos cervezas y se miraron a escondidas mientras esperaban que las trajesen, sin decir ni pío. Una vez los botellines en la mesa había que enfrentar la situación y sus miradas. 

Empezaron hablando de cómo les había ido el día, del madrugón, de los pacientes de Alba y el ensayo del grupo de Natalia. 


- ¿Ensayo? ¿Ya empezáis? Si a ti aún te queda un mes de recuperación. 

- No, es para otra cosa -dijo quitándole importancia y bebiendo de su cerveza. 

- ¿Qué cosa? -preguntó divertida por la cara que había puesto Natalia. 

- Una cosa -esquivó su mirada un poco avergonzada. 

- Una cosa que no me puedes decir. 

- Más o menos. 

- Está bien. No te habrás atrevido a tocar ni un acorde, ¿no? -la miró con suspicacia. 

- No me regañes antes de tiempo. No, no he tocado nada, me he sentado en un taburete como una niña buena. 

- Tienes más peligro... 

- No te haces una idea -sonrió sin dientes con esa cara seductora que alteraba los ritmos circadianos de Alba. 

- Sí me la hago, sí -dijo como si nada, bebiendo de su cerveza y comprobando que, efectivamente, la morena se ponía del color de los fresones e incluso se atragantaba bebiendo. 

- Con respecto a eso... -ahí venía, el temita

- Dime -se mordió los labios por dentro para no reír viendo a Natalia empezar a brotar. Es que es tan jodidamente mona... ¿Cómo no voy a querer comérmela?

- Joder, Alba, échame un cable -se pasó la mano por el pelo. Estaba muy nerviosa. 

- A ver, relájate que no hemos matado a nadie. Somos personas adultas, comportémonos como tal -le cogió las manos e hizo que la mirara-. Eso es. Ahora, dime. 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora