Tras convertir la comida con su madre en una cena, temprano para que no le hubiera dado tiempo a empezar a preparar nada, Alba se dio una ducha y se puso a dibujar en la hamaca de la terraza. Ya que no podía echar la mañana del domingo en sus pinturas, al menos quería quitarse las ganas.
Había quedado con Natalia a la una para ir caminando hasta el bar, por lo que media hora antes se dispuso a vestirse. Vaqueros sueltos, sus deportivas y una camiseta blanca de manga corta básica. Los domingos son días de descanso a todos los niveles, y simplemente maquillarse un poco los ojos era un exceso que no estaba acostumbrada a hacer, mucho menos pensaba arreglarse. A pesar de no haber dormido demasiado se vio guapa, hablar con la cantante le daba un brillo en la mirada que ocultaba cualquier rasgo de cansancio. Se sentía efervescente.
Vio a la morena apoyada en la pared con el móvil en la mano. Llevaba puesto un pantalón negro, ancho y remangado, deportivas amarillas y una camiseta del mismo color que dejaba su abdomen al aire. Hasta con un saco estaría preciosa. Estaba tan absorta en la pantalla que no se dio cuenta de que Alba se había apoyado junto a ella en la pared.
- Parece que va a llover, ¿no? -dijo mirándola sonriente, intentando no echar un vistazo a lo que le tenía tan abstraída en su móvil. Ella no era una cotilla.
Natalia la miró con una mezcla de incredulidad y asco hasta que se dio cuenta de que era ella.
- ¡Albi! -gritó agudamente con una cara de ilusión que casi hace derretirse a la rubia. Era como si hubiera visto lo mejor y más increíble del mundo.
- ¡Nat! -la imitó.
- ¡No te había visto! -le dio un pequeño abrazo sin bajar el nivel de la sonrisa ni de la voz.
- ¡Ya me he dado cuenta! -seguían hablando muy exaltadas y Alba soltó una de sus carcajadas ruidosas.
- Estás muy guapa de mendiga.
- Y tú de abeja -Natalia no dejaba de sonreír con los ojos achinados y la misma cara de niña-. Deja de mirarme así -dijo Alba un poco avergonzada.
- ¿Así cómo?
- No sé, como si estuvieras viendo a la Virgen.
- Es que me alegro mucho de verte -se encogió de hombros con una sonrisa sin dientes.
- ¿No te cansas? -preguntó incrédula.
- Jamás.
Natalia le hizo un gesto con la cabeza para que empezaran a andar y Alba la siguió. En esta ocasión fue la rubia la que le cogió por la cintura para atraerla, la quería pegada y lo quería ya. Estaba bien dejarle su espacio, pero ella también era un ser humano con necesidades, y tenerla cerca era una muy importante. La morena no pareció incómoda, más aún, pasó su brazo por los hombros de la rubia, la estrechó y le dio un beso en el pelo. Qué ganas tenía de notar de nuevo su calor. Huele a zumo de naranja.
- ¿Qué hacías tan interesada con el móvil? -Alba no era una cotilla, pero preguntar no hacía mal a nadie.
- Nada, viendo unas covers en instagram.
- Es verdad, tienes instagram, se me había olvidado. ¿Por qué no te haces uno público?
- ¿Para qué? No tengo nada interesante que poner, siempre estoy en el estudio, componiendo en casa o tocando. A nadie le interesa eso.
- ¿Y qué le interesa a la gente?
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La sala de los menesteres
Fiksi PenggemarAlba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famosa cantante. La primera es pura luz, en el más amplio sentido de la palabra. La pena y la tristeza alimentan el alma de la segunda, sacando...