Capítulo 45. Colores.

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Esperó en la puerta la llegada de su morena, como si estuviera esperando una aparición divina. Y realmente lo era. 

Natalia se había decidido a ir a verla y sospechaba por qué. Ninguna de las dos estaba muy contenta con su ataque de posesividad, por llamarlo de alguna manera, y estaba convencida de que la morena había ido a su casa para comprobar in situ cómo andaban los ánimos por el planeta Reche. 

Allí apareció, con una sonrisa cansada saliendo del ascensor. 


- ¿No me habías castigado? -preguntó mientras la veía acercarse. 

- El castigo deja de ser práctico cuando también me jode a mí -sonrió y se tiró en sus brazos. 


Pasaron sin soltarse y la rubia acarició su pelo mientras la más alta ronroneaba en su cuello. 


- ¿Estás cansadita? 

- Agotada. 


Se encaminaron hacia el sofá y se dejaron caer en él. Natalia se puso a horcajadas sobre la rubia para volver a esconderse en el hueco entre su hombro y la mandíbula. Huele a sábanas tendidas. 

La verdad es que la estampa era para enmarcar. Desde la espalda de la cantante solo se veían asomar las cortas piernas de la fisio y algunos mechones de su cabello. La diferencia de estatura era insalvable en esa postura. Somos un cuadro


- Me va a costar acostumbrarme de nuevo a la vida frenética del artisteo. Esto de haberme pasado dos meses vagueando me va a matar. 

- Poc a poc. 

- ¿Tú qué tal, paranoica mía? -sintió su risa estallar contra su piel. 

- Avergonzada -Natalia notó el rubor en su cuello y empezó a darle besitos pequeños. 

- Venga, no seas dramas, todos tenemos días que parece que nos ha poseído el maligno. No pasa nada, yo también estoy un poco tontita. 

- De verdad que yo no soy así, de hecho me agobia mucho que no me dejen mi espacio y mi tiempo, pero... no sé qué me ha pasado. Perdona, Nat. 

- Lo que te pasa, Alba Reche -dijo saliendo de la cueva y poniendo su rostro frente al suyo-, es que te gusto un montón -se dio dos golpes en la sien con el índice con cara de 'te entiendo'. 

- Un mogollonazo. 

- Hala, ¿tanto? -abrió mucho los ojos. 

- Más -y se acercó a darle un besito en los labios. 

- Está blandita la baby. 

- Es que no me gusta ser lo que no me gusta que sean conmigo -puso cara de enfadada. 

- Alba, por dios, que si tú no me dices que te has mosqueado yo ni me entero. Ni que me hubieras montado un pollo -quiso hacerle entender que no era para tanto. 

- Da igual -estaba negada. 

- ¿Puedes besar a esta pobre zombie y callarte de una vez? Me gustas hasta cuando te pones intensa de más. 

- Sí, seguro. 

- Te lo prometo. Me pareces más... humana. Y eso me deja mucho más tranquila. 

- ¿Por qué? -frunció el ceño y la miró a través de las pestañas. 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora