Capítulo 102. No dejo de mirarte.

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Ni siquiera había amanecido, pero Natalia, como siempre, se despertó. Sintió el fuego abrasador de Alba Calefactor Reche contra su cuerpo, las piernas enredadas, su pelo haciéndole cosquillas en la nariz. Aspiró fuerte. Huele a primavera contigo en Madrid

Le dio un beso en la sien y dejó allí los labios tirados, permitiendo que se templaran con su calor. Si había un hogar para ella en el mundo era precisamente aquel. 

Por la ventana solo entraba la luz de la calle y clareaba el poco cielo que veía desde la cama. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad la observó. Tenía la boca entreabierta y una arruga surcó su frente cuando se sintió observada. El volcán de su corazón entró en erupción. Rompió a llorar en silencio. Demasiado amor para un cuerpo tan flaco. Sus espasmos hicieron removerse a la rubia, que se acercó más a ella si eso era posible. Cuando le besó la cara sintió sus lágrimas y se despertó de golpe. 


- ¿Qué te pasa, Nat? -preguntó, mitad somnolienta, mitad preocupada. 

- Nada -sorbió mocos-, que soy muy feliz ahora mismo -contestó como pudo con el tono agudo de quien llora sin consuelo. 

- ¿Y por eso lloras? -sonrió y dejó un beso por cada lágrima que se encontró. 

- Joder, Albi, es que... te quiero mucho y yo... 

- Estoy aquí, ¿vale? -se levantó sobre sus codos para mirarla. Tan bella, tan niña de repente. 

- Pues por eso lloro -dijo como si estuviera enfadada. La risita baja y ronca de Alba desbloqueó una nueva necesidad en ella: tatuarse esa risa. 

- Si vas a llorar cada vez que duermas conmigo apañadas vamos -apartó el llanto con sus manos. 

- Eso... -volvió a sorber-, eso significa que vamos a dormir más veces, ¿no? 

- Joder, Nat, si me lo dices así creo que me vas a matar de amor -suspiró con fuerza. Algo le pinchaba en el pecho, un sentimiento tan grande que apenas podía contener. 

- No me has contestado -dijo con los labios hacia afuera. 

- Pues claro, tonta. Ya te dije que te necesito por aquí. 

- Vale -sonrió al fin-. ¿Me das un besito y nos dormimos? Es muy temprano aún para ti. 

- Ven -la besó lento, curando con sus labios las heridas que ella misma se había tenido que hacer para crecer-. Eso sí, ni se te ocurra levantarte antes que yo -la avisó levantando un dedo-. Eso no ha cambiado. 

- No te preocupes, Albi, ni loca me muevo de aquí hasta que te vayas -la abrazó más fuerte y le besó el pelo. 

- Duermo mejor contigo -dijo en medio de un bostezo. Se enroscó en ella. 

- Todo mejor contigo -contestó, sabiendo que ya había vuelto a ser vencida por el sueño. 


Contra todo pronóstico, Natalia volvió a dormirse. No le había pasado nunca. Solía quedarse en la cama pensando en la rubia entre sus brazos, en los planes de futuro con ella, con la música, con su futuro disco. Se agobiaba con su falta de inspiración, pero la miraba y sentía que eso era suficiente para ella. Pero, al parecer, el cerebro es sabio y, cuando no hay ninguna preocupación que empañe el momento que se está viviendo, a oscuras en la madrugada de Madrid, vuelve el sueño y la paz del descanso. Cuando todo está en orden se duerme mucho mejor. 

Un par de horas después Alba fue despertada por la alarma. La apagó en seguida para no molestar a Natalia, que dormía como un tronco, cosa rara en ella. Hasta la baba le caía por la comisura de la boca. Le besó la frente, deshizo el nudo de sus cuerpos y salió hacia la ducha dando saltitos. Hacía mucho, mucho tiempo que no se levantaba tan enérgica, tan feliz, y sabía que la culpa era de la morena que había dejado abrazada al lado de la almohada que olía a ella. 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora