Capítulo 43. Palante.

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- ¿Nos vemos mañana? -se apoyó en el marco de la puerta. 

- Claro, bella. Pásalo bien en la comida con tu madre -le dio un piquito pero, cuando se quiso retirar, la rubia la cogió de la pechera para profundizar en el beso. 


Llevaban juntas prácticamente todo el fin de semana y no querían separarse, aunque fuera necesario. Su idea de ir despacio se iba al carajo si te pasabas dos días metida en casa. Podrían haber quedado esa noche, pero ambas, sin comentarlo, habían llegado a la conclusión de que era mejor darse un poco de espacio para no agotar demasiado rápido lo que querían que durara. Natalia ya había hecho el cálculo de las horas que le quedaban para volver a verla, la muy psicópata, y Alba ya estaba pensando una excusa para verse el lunes por la tarde. 


- O te largas o te arrastro a casa de mi madre -se separó de sus labios la fisio. 

- Albi, igual es un poco pronto para presentaciones. 

- Sobre todo cuando aún no me has pedido salir -sonrió contra su boca. 

- ¿Sigues con esas? -se rió la morena por la nariz. 

- Es una exigencia inamovible -levantó el rostro con altanería. 

- Te vas a cagar -aceptó porque, aunque era una acojonada de la vida, no había cosa que le pusiera más que un buen reto. 

- Yo calculo que para el 2035 estarás lista, te veo muy entera últimamente. 

- Ti vii mii intiri íltimiminti. 

- Dios, cómo me gustas -se mordió el labio. 

- Pues anda que tú a mí... -le dio un abrazo que, fácilmente, podría haberle partido un par de costillas-. Te veo mañana, rubia, que si no no te dejo en paz nunca -se besaron por última vez y Natalia fue hacia el ascensor. 

- Puedes escribirme si ves que no lo puedes soportar. 

- Qué feo está eso de reflejar tus deseos en el de enfrente para cubrirte la espaldas, Reche -sonrió estúpidamente. 

- No sé de qué me hablas -le devolvió la sonrisa mientras empezaba a cerrar la puerta, con la cara metida en la rendija cada vez más estrecha. 

- Te... te veo mañana -tartamudeó y entró al ascensor. 


¿QUÉ COJONES HAS ESTADO A PUNTO DE DECIR, LACUNZA? TIRA PARA CASA QUE TE VOY A MATAR. 

Vale, estaba en una jodida nube, su rubia la tenía flotando, más enchochada que ocho enchochadas, había pasado el mejor fin de semana que recordara y todas esas horas que habían estado juntas superaban a las que se habían visto las dos últimas semanas. Era inevitable dar un salto de gigante después de tanta cotidianidad, pero de ahí a... Bueno, ha sido un acto reflejo, es normal si te pasas 36 horas con la chica que te gusta. 

Por el camino llamó a su madre. 


- Hola, mamá -saludó risueña. Aquel desliz no iba a empañarle la felicidad nuevecita, a estrenar, que sentía. 

- Hola, hija, ¿cómo estás? -se notaba la alegría de su madre porque fuera, por una vez, su hija quien llamara. 

- Pues muy bien. ¿Sabes qué? -puso voz de niña pequeña. 

- Dime -rió la madre al otro lado. 

- ¡Me han cogido para hacer un cameo en un musical! 

- ¡Qué me dices! ¿Y cómo ha sido eso? ¡Cuéntame! -se contagió del entusiasmo de su hija. Cómo le gustaba sentirla de nuevo entre ellos. 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora