Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.

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- Hay que joderse lo bien que te sienta echar de menos a la rubia, ¿eh? -dijo la Mari nada más verla en el buffet del hotel. 


Estaba echando un vistazo a las crónicas que algunos periodistas y gente del mundillo habían hecho sobre el concierto de la noche anterior. Ella, profesional. 


- ¿Buenas críticas? -comentó mientras se llevaba un croissant a la boca. 

- Cojonudas. Además, según mi oído experto debo decir que es verdad. Tu mejor actuación hasta la fecha. Se nota que ya vas habituándote. 

- Ya. 


Guardó silencio. Estaba más de acuerdo con la afirmación de que su mejora era debida a su estado anímico bajo mínimos que a su adaptación al nuevo medio. Pero claro, no dijo nada. Le hubiera valido con cualquiera, pero no con la Mari. 


- Yo también me he dado cuenta de que te desenvuelves mejor cuando estás de bajón, no te creas que soy imbécil -la miró por encima de su café, dando un sorbo. 

- Estoy trabajando en ello -bufó. 

- Anda, mira, como Aznar. 


Natalia le dedicó una mala mirada y devolvió su atención al croissant. Poco tardó la rubia en volver a la carga. 


- ¿Qué pretendes hacer con esa información? 

- Nada -contestó al instante. 

- Así me gusta, porque como jodas a la fisio por tus movidas mentales te las vas a ver conmigo. 


Natalia suspiró y alzó la vista hacia ella. 


- Ya lo hice una vez y todavía me siento la mayor mierda del mundo -hala, ya estaba, confesión hecha. 

- El ensayo aquel, ¿no? -no parecía en absoluto sorprendida. Debería haberse buscado una repre menos observadora. 

- Sí. Pero no te preocupes, eso me sirvió para darme cuenta de que no me merece la pena. 

- Justo lo que quería escuchar. ¿Ella lo sabe? 

- No -dijo avergonzada. 

- Pues si quieres que siga siendo así más te vale no volver a intentarlo. 

- ¿Se lo contarías? -levantó una ceja. 

- Si te vuelves tan gilipollas como para eso, Alba tiene derecho a saber con qué tipo de persona está saliendo para poder mandarte a la mierda -ni se inmutó al decir esas palabras. 

- Qué dura, Mari -tragó saliva. 

- La música no es tan importante como para andar jodiendo tu vida y la de los demás. 

- Tú qué sabrás -masculló, molesta. La Mari no entiende una mierda, no sabe ponerse en mi lugar

- Pues si lo es, si es más importante que tu felicidad, si eres incapaz de esperar a que el problema se solucione, no arrastres a Alba en esto. Si quieres joderte la vida, adelante, tuya es, pero sin daños colaterales. 

- ¿Me crees capaz? -preguntó, atónita. 

- Sí. 


La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora