- Hay que joderse lo bien que te sienta echar de menos a la rubia, ¿eh? -dijo la Mari nada más verla en el buffet del hotel.
Estaba echando un vistazo a las crónicas que algunos periodistas y gente del mundillo habían hecho sobre el concierto de la noche anterior. Ella, profesional.
- ¿Buenas críticas? -comentó mientras se llevaba un croissant a la boca.
- Cojonudas. Además, según mi oído experto debo decir que es verdad. Tu mejor actuación hasta la fecha. Se nota que ya vas habituándote.
- Ya.
Guardó silencio. Estaba más de acuerdo con la afirmación de que su mejora era debida a su estado anímico bajo mínimos que a su adaptación al nuevo medio. Pero claro, no dijo nada. Le hubiera valido con cualquiera, pero no con la Mari.
- Yo también me he dado cuenta de que te desenvuelves mejor cuando estás de bajón, no te creas que soy imbécil -la miró por encima de su café, dando un sorbo.
- Estoy trabajando en ello -bufó.
- Anda, mira, como Aznar.
Natalia le dedicó una mala mirada y devolvió su atención al croissant. Poco tardó la rubia en volver a la carga.
- ¿Qué pretendes hacer con esa información?
- Nada -contestó al instante.
- Así me gusta, porque como jodas a la fisio por tus movidas mentales te las vas a ver conmigo.
Natalia suspiró y alzó la vista hacia ella.
- Ya lo hice una vez y todavía me siento la mayor mierda del mundo -hala, ya estaba, confesión hecha.
- El ensayo aquel, ¿no? -no parecía en absoluto sorprendida. Debería haberse buscado una repre menos observadora.
- Sí. Pero no te preocupes, eso me sirvió para darme cuenta de que no me merece la pena.
- Justo lo que quería escuchar. ¿Ella lo sabe?
- No -dijo avergonzada.
- Pues si quieres que siga siendo así más te vale no volver a intentarlo.
- ¿Se lo contarías? -levantó una ceja.
- Si te vuelves tan gilipollas como para eso, Alba tiene derecho a saber con qué tipo de persona está saliendo para poder mandarte a la mierda -ni se inmutó al decir esas palabras.
- Qué dura, Mari -tragó saliva.
- La música no es tan importante como para andar jodiendo tu vida y la de los demás.
- Tú qué sabrás -masculló, molesta. La Mari no entiende una mierda, no sabe ponerse en mi lugar.
- Pues si lo es, si es más importante que tu felicidad, si eres incapaz de esperar a que el problema se solucione, no arrastres a Alba en esto. Si quieres joderte la vida, adelante, tuya es, pero sin daños colaterales.
- ¿Me crees capaz? -preguntó, atónita.
- Sí.
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La sala de los menesteres
Fiksi PenggemarAlba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famosa cantante. La primera es pura luz, en el más amplio sentido de la palabra. La pena y la tristeza alimentan el alma de la segunda, sacando...