- Y la chica le pregunta a mi primo, ¿bailas? Y él, imagínate, flipando en colores, porque la chavala era guapísima, le contesta que sí, obviamente, a lo que la chica le dice: así me gusta, que te diviertas. ¡Y SE LARGA! -todos empezaron a reír.
- Tío, qué pesao siempre con tus primos, Miki -negó Natalia con la cabeza, apurando su Coca-Cola y dejando una mano sobre el muslo de Alba.
- Esta chica me quiere y me odia a partes iguales.
- Depende del día -sonrió con arrogancia y Miki le sacó el dedo de en medio.
El teléfono de Natalia sonó, se levantó de la mesa que habían colocado en su camerino y salió fuera a contestar. ¿Quién podría llamarla si todos estaban allí?, se preguntó Alba. Las chicas, el catalán con unos amigos y su novia, la Mari... La respuesta llegó apenas cinco minutos después, cuando Natalia entró de nuevo precediendo a un chico alto y extrañamente guapo. Un feapo de manual. Rió para sí por su ocurrencia. Tenía los pómulos marcados y las mejillas hundidas, barba de tres días, degradado en el pelo y rizos en la parte de arriba.
- Chicas, os presento a Damion, es el compositor con el que voy a trabajar la semana que viene.
- Hola a todos -saludó con timidez y una sonrisa a medias. Tenía un acento raro.
Natalia se dedicó a presentarlo a la concurrencia, y poco tardó en entablar conversación con Miki. Por lo visto se conocían de algunos bolos en los que habían coincidido, lo cual hizo a la morena respirar tranquila: no tendría la responsabilidad de entretenerlo, pues entre dos personas vergonzosas aquello tenía pinta de desastre anunciado.
Alba no dejaba de mirarlo, intrigada por su aspecto aniñado cuando reía y un aura de misterio que suponía que tenían todos los cantantes de serie. Menos Miki. Miki era más sencillo que el mecanismo de un botijo. Será porque él no compone, supongo.
- Oye, rubia, ¿voy a tener que ponerme celosa? -la pinchó Natalia, haciendo que desviara la mirada del recién llegado.
- Es que cuanto más lo miro más guapo me parece. ¿Qué magia es esta? -parpadeó confusa.
- ¿VERDAD? -susurró Afri, que había metido la cabeza entre las dos para incluirse en la conversación.
- Sí, ¿eh? Cuando lo he visto he pensado: qué cara más extraña. Pero según lo miro se va transformando -Alba no salía de su asombro.
- Oye, tú a tu cantanta, que a este me lo pido yo -comentó Afri sin mirarla, con los ojos entrecerrados dirigidos hacia el chico.
- Y una mierda -intervino Marta.
- Mira, Marta, cariño, mi amor -puntualizó con un gesto de su mano, para después acariciar su mejilla-, no quiero parecerte antipática, pero este chico no es para ti.
- ¿Por qué no? -frunció el ceño.
- Hemos conectado -dijo como si fuera una cosa definitiva y contundente, una verdad incontestable.
- Pero si ni os habéis dirigido la palabra -se rió Marta.
- Cuando nos hemos dado los dos besos... Han pasado cosas -asintió con los ojos cerrados, para darle énfasis a sus palabras.
- Me meo, Afri. ¿Te ha raspado con la barba y ha saltado la chispa?
- Como una cerilla -dijo con toda la convicción del mundo. Las tres se rieron.
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La sala de los menesteres
Fiksi PenggemarAlba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famosa cantante. La primera es pura luz, en el más amplio sentido de la palabra. La pena y la tristeza alimentan el alma de la segunda, sacando...