Capítulo 62. Natalia calva.

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- Y la chica le pregunta a mi primo, ¿bailas? Y él, imagínate, flipando en colores, porque la chavala era guapísima, le contesta que sí, obviamente, a lo que la chica le dice: así me gusta, que te diviertas. ¡Y SE LARGA! -todos empezaron a reír. 

- Tío, qué pesao siempre con tus primos, Miki -negó Natalia con la cabeza, apurando su Coca-Cola y dejando una mano sobre el muslo de Alba. 

- Esta chica me quiere y me odia a partes iguales. 

- Depende del día -sonrió con arrogancia y Miki le sacó el dedo de en medio. 


El teléfono de Natalia sonó, se levantó de la mesa que habían colocado en su camerino y salió fuera a contestar. ¿Quién podría llamarla si todos estaban allí?, se preguntó Alba. Las chicas, el catalán con unos amigos y su novia, la Mari... La respuesta llegó apenas cinco minutos después, cuando Natalia entró de nuevo precediendo a un chico alto y extrañamente guapo. Un feapo de manual. Rió para sí por su ocurrencia. Tenía los pómulos marcados y las mejillas hundidas, barba de tres días, degradado en el pelo y rizos en la parte de arriba. 


- Chicas, os presento a Damion, es el compositor con el que voy a trabajar la semana que viene. 

- Hola a todos -saludó con timidez y una sonrisa a medias. Tenía un acento raro. 


Natalia se dedicó a presentarlo a la concurrencia, y poco tardó en entablar conversación con Miki. Por lo visto se conocían de algunos bolos en los que habían coincidido, lo cual hizo a la morena respirar tranquila: no tendría la responsabilidad de entretenerlo, pues entre dos personas vergonzosas aquello tenía pinta de desastre anunciado. 

Alba no dejaba de mirarlo, intrigada por su aspecto aniñado cuando reía y un aura de misterio que suponía que tenían todos los cantantes de serie. Menos Miki. Miki era más sencillo que el mecanismo de un botijo. Será porque él no compone, supongo


- Oye, rubia, ¿voy a tener que ponerme celosa? -la pinchó Natalia, haciendo que desviara la mirada del recién llegado. 

- Es que cuanto más lo miro más guapo me parece. ¿Qué magia es esta? -parpadeó confusa. 

- ¿VERDAD? -susurró Afri, que había metido la cabeza entre las dos para incluirse en la conversación. 

- Sí, ¿eh? Cuando lo he visto he pensado: qué cara más extraña. Pero según lo miro se va transformando -Alba no salía de su asombro. 

- Oye, tú a tu cantanta, que a este me lo pido yo -comentó Afri sin mirarla, con los ojos entrecerrados dirigidos hacia el chico. 

- Y una mierda -intervino Marta. 

- Mira, Marta, cariño, mi amor -puntualizó con un gesto de su mano, para después acariciar su mejilla-, no quiero parecerte antipática, pero este chico no es para ti. 

- ¿Por qué no? -frunció el ceño. 

- Hemos conectado -dijo como si fuera una cosa definitiva y contundente, una verdad incontestable. 

- Pero si ni os habéis dirigido la palabra -se rió Marta. 

- Cuando nos hemos dado los dos besos... Han pasado cosas -asintió con los ojos cerrados, para darle énfasis a sus palabras. 

- Me meo, Afri. ¿Te ha raspado con la barba y ha saltado la chispa? 

- Como una cerilla -dijo con toda la convicción del mundo. Las tres se rieron. 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora