Capítulo especial 5. La honorable errante

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-Papá.... ¿Mamá se pondrá bien?

La pequeña esqueleto de cuatro años jaló la manga de su padre para tener su atención, mientras contemplaba cómo varios adultos compañeros de trabajo de su padre que tenían la misma vestimenta de tonos verdes a modo de uniforme, atendían a su querida y cansada madre en cama.

Un día que había pintado para ser como cualquier otro, su madre tan sólo se había recostado para descansar y no volvió a abrir sus cuencas por mucho que la llamaran por horas que se convirtieron en días. Creyó que tan sólo estaba cansada como siempre después de varias curaciones y por lo mismo no debían molestarla... pero tal parecía que su padre había pensado lo contrario si había terminado llamado a varios otros curanderos para pedir ayuda para elevarla. La magia verde que emitían en ella era un claro indicio de que su salud era el problema lo que estaba pasando. ¿Cómo alguien que se dedicaba a curar podría enfermarse? Pensaba la pequeña monstruo preocupada mientras observaba todo con atención.

Su padre se giró hacia ella y simplemente puso una mano en su cabeza acariciándola levemente pese al temblor que pudo detectar en su tacto. Su sonrisa forzada era un mal indicio para ella, mas no comentó nada al sentir que podría perjudicarlo más de lo que trataba de controlar ante ella.

-Ari, ¿puedes traernos más trapos mojados?

La pequeña simplemente asintió sintiendo que era una misión importante con la cual ayudar a su madre y salió corriendo con leves tropiezos hacia el pozo más cercano de su pequeña choza. Para sus pequeñas manos era pesado jalar de la cuerda para sostener luego la cubeta, pero nada de eso le importaba y no tenía tiempo para tales cuestionamientos, aunque para su suerte la cubeta ya estaba a lado repleta de agua. Al ver que había olvidado los trapos que mojaría se regresó a su hogar para ir por ellos, pero las voces de los curanderos hablando seriamente con su padre la mantuvieron pegada a la puerta para escuchar con mayor atención lo que decían los adultos. El tono que empleaban no era nada agradable a lo que estaba acostumbrada a que lo fueran. La Casa perteneciente a la Orden de la Magia en la que estaba se caracterizaba por el trato humilde que daban a sus pacientes después de todo, por lo que era algo malo que se mostraran de forma diferente esa vez.

-Te lo advertimos, Sans, pero ni tú ni tu esposa quisieron hacer caso... Ustedes dos fueron unos necios irresponsables. Esto iba a pasar en cualquier momento.

-Bueno, es difícil escuchar cuando se está muy ocupado ¿sabes? –Escuchó que replicaba su padre con voz cansada. –Nuestra Casa Curandera se supone que recibe a todo aquel que lo necesite, pero recientemente se han vuelto algo selectivos.

-Son medidas necesarias, señor Serif, son muchos pacientes los que han estado llegando y que no logramos contener. –Comentó uno de sus compañeros con un deje preocupado. –Salvamos a los que pueden salvarse, pero ustedes reciben esos casos que no tienen remedio o que son totalmente absurdos. Claramente eso los desgastaría más dado... sus condiciones.

-No hacía falta que nos llamaras viejos, gracias.

-Tener una hija a tan avanzada edad era un riesgo terrible, pero tampoco quisieron escucharnos sobre eso. –Escuchó que decía otro esqueleto con un tono más irritado. –La reproducción a tal altura... sólo a ustedes los locos se les ocurre.

-Lo que hagamos con nuestras vidas no son asunto de ustedes. –Nuevamente escuchó su padre molesto con sus compañeros curanderos, algo muy raro en él.

Osado corazón (Undertale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora