Rendida

67 12 1
                                    

Me pasé los siguientes días y noches cavilando acerca del paradero de las dagas.

— ¡Rivera! —exclamó mi apellido el profesor de álgebra chasqueando los dedos frente a mis ojos. Di un respingo y volví en mí. —Dígame la resolución de esta ecuación —ordenó mientras señalaba la operación algebraica escrita en el pizarrón.

Me quedé pensando, analizándola. Rápidamente vi la solución. Era bastante fácil. "x=2". El maestro me miraba con una sonrisa de suficiencia. Seguramente creía que no lo sabía. Le devolví el gesto mientras decía la respuesta. Me miró con desdén.

—Bien hecho —masculló.

Sin dejar de sonreír, me volví a la ventana a seguir con mis pensamientos. No era la primera vez que los profesores querían echarme tierra al verme distraída. Lo que no sabían era que a mí solo me bastaban unos momentos de análisis para comprenderlo. Era una niña genio. Ok, tal vez exagero.

— ¿Cómo hiciste eso? —preguntó Adam, sorprendido, cuando al fin estábamos en la cocina. Me ruboricé de sólo pensarlo; preparábamos la comida, pues Yannick se había quedado en la escuela y Wayre había ido con Leticia a arreglar unos papeles, por lo que comeríamos los dos... solos. Tragué saliva.

— En realidad es muy fácil —dije tratando de sonar indiferente pese a mis nervios.

— ¡No! Eso no era para nada fácil ni rápido. —Dijo —No sé si estabas atenta, pero habíamos estado tratando de resolver la maldita ecuación casi toda la clase y nada... Hasta que te preguntó.

—Oh... ¿En serio? —dije con genuina sorpresa. No me lo esperaba.

—Sí

Removí el guisado con el cucharón, mientras que él picaba una cebolla. Luego se la echó al guiso y seguí removiendo.

Cuando estuvo listo, nos servimos y fuimos al comedor. Esperaba que se sentara frente a mí, pero en vez de eso se colocó a mi lado. Me sentía nerviosa (algo realmente desagradable para mí), por lo que quería que eso terminara pronto... Aunque a decir verdad, una parte de mí, quería acercarse un poco más a Adam... ¡Bah, que estupidez!, pensé. Comí lo más rápido que pude, y cuando terminé, me levanté de pronto, haciendo que Adam diera un respingo.

Sin hacerle caso, llevé mi plato al fregadero y lo lavé. Justo cuando yo salía de la cocina, Adam estaba entrando.

—Hey —dijo cogiéndome el brazo izquierdo— ¿Me ayudarías con las ecuaciones que nos dejaron? —preguntó sin vacilar, con una sonrisa en la cara.

—No, sigues fallando en el segundo paso —le dije a Adam mientras revisaba su ecuación, comparándola con la mía. Él entornó los ojos y soltamos un bufido a unísono. Adam se rió. — ¡Tch! —exclamé. Apoyé mi mano derecha en su cama y suspiré. La puesta de sol pintaba la recámara de un precioso color naranja. Miré hacia la ventana: El sol era una bola de fuego que se escondía tras las montañas.

—Creo que así está bien hecho, ¿no? —dijo Adam y me entregó su libreta. Sí, ya estaba bien. Justo cuando iba a decírselo, añadió: —Espera. Iré al baño. —dijo y asentí. Salió de la habitación y cerró la puerta a su espalda.

Suspiré de alivio.

Tenía los nervios de punta. Apoyé mis codos en el regazo, y a la vez recargué mi mentón en mis puños cerrados. Cerré los ojos unos segundos. Mi respirar era intenso y agitado. Al poner las manos en las rodillas noté que estaba temblando un poco. Me exigí a mi misma despejar la mente, así que solo puse atención a mi respiración hasta que me tranquilicé y dejé de temblar. El sonido de la puerta abriéndose bruscamente me hizo abrir los ojos de golpe. Era Yannick.

— Ah... Eh... ¿Hola? ¿Dónde diablos está Adam? —preguntó escudriñando la habitación.

—Hum... Fue al...

— ¡Hola mi querido hermano! —exclamó Adam detrás de Yannick. Adam pasó y Yannick le dio una palmada en la espalda al cruzar a su lado. — ¿Qué querías?

—Ya se lo quité a Wayre.

<< ¿Quitarle qué?>>

— ¿Qué cosa? —preguntó Adam.

Yannick lo miró con una mezcla de irritación y desagrado, lo que hizo que Adam reaccionara.

—Ya lo dejé aquí en la mañana. —dijo y Adam asintió. — Bueno, los dejo con... Lo que sea que estaban haciendo —dijo con cara de perversión. Apreté los dientes mientras me ruborizaba y miraba a otro lado. De pronto, Yannick se sentó a mi lado, haciendo que los resortes de la cama rechinaran. Me pasó un brazo por encima de los hombros, y con la otra mano revolvió mi cabello juguetonamente. — Ya quita esa carota que das miedo.

— ¿Eh...? —Pregunté — ¿Qué ha...? ¡Jajajajaja Yannick! ¡Güey, suéltame! ¡Jajajajaja! —exclamé entre risas. Yannick me estaba haciendo cosquillas. — ¡Basta ya! —dije, y paró, pero no por mí, sino porque Leticia lo llamó desde abajo.

—Seguiré con esto después —dijo y me tocó rápidamente el cuello con el dedo índice. Me retorcí y se rió. Luego salió de la habitación, cerrando la puerta a su espalda.

Nuevamente, estaba sola con él, y eso me hizo volver a sentir nervios. El pelo de la nuca se me erizó cuando se sentó junto a mí y me tocó la rodilla con su mano y la empezó a acariciar con el pulgar. Me aferré a la cobija y pude observar que tenía los nudillos blancos por apretar las manos. Me mordí el labio inferior con tanta fuerza que sangró, y el sabor metálico se hizo presente en mi boca.

— ¿Así está bien? —preguntó dándome su cuaderno. Lo tomé y lo analicé.

—Sí, lo hiciste bien —dije y lo miré. Sus ojos tenían un brillo especial. Aparté la mirada, pero el captó mi atención de nuevo. Empezó a acariciar mi cabello negro, y puso la parte que cubría un ojo detrás de mi oreja. Sin mi cabello ahí, me sentía al descubierto, vulnerable. Adam estaba sonrojado, pero yo me encontraba en un estado crítico de rubor.

Siguió acariciando mi pelo, hasta que, de pronto, escuchamos pasos en el pasillo, lo que nos obligó a separarnos. E hicimos bien. Unos segundos después, la puerta se abrió de golpe y apareció Leticia. Nos dijo que la cena estaba lista y que debíamos bajar. Asentí. Me levanté, pero noté que mi agujeta estaba desamarrada, así que me agaché a abrocharla. Sin embargo, Adam se adelantó y cerró la puerta. Me levanté y jalé la manija. Él hacía lo mismo del otro lado.

—No vas a salir tan fácil de ahí, preciosa —dijo con voz burlona y ahogada. — Antes debes hacer algo por mí...

Como sospeché que lo que quería era algo vergonzoso o humillante, decidí buscar la salida por mi cuenta. Abrí su clóset para buscar algo que me sirviera para aumentar la fuerza. Sin embargo, un misterioso objeto captó mi atención. Se trataba de una pirámide cuadrangular de hierro, la cual tenía un mango del mismo material y un gatillo que conectaba estos dos últimos. ¿Qué era esa cosa?

Cerré las puertas del clóset con cuidado. Me volví en el momento justo en el que Adam abría la puerta y entraba con cara de incomodidad al ver que su juego de la prisionera no había resultado. Su expresión cambió por una de desconcierto.

—Crist... ¿Qué haces?

— ¿Qué es esto? —lo ignoré, señalando el artefacto.

Cuando el chico lo vio, avanzó hacia mí rápidamente y me lo arrebató de las manos.

— ¿Dónde lo encontraste? —preguntó con intensidad.

—En el piso —mentí.

—Mierda, estúpido Yannick

— ¿Para qué es eso?

—Para nada —respondió tajante y se metió el objeto al bolsillo lateral de sus jeans. Me miró y sonrió forzadamente.

<< ¿Qué es eso? ¿Será que guarda alguna relación con lo que Yannick le había quitado a Wayre?>>

Me dije que ya tendría tiempo para pensarlo y que por el momento era conveniente actuar indiferente. Así que enterré el pensamiento en lo más profundo de mi mente, y fue de ese modo los siguientes días. De cualquier manera, faltaba poco para abandonar la casa y todo ese raro asunto.

De modo que me rendía.

Sombras Traicioneras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora