Propuesta rechazada

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La intensa luz del sol que penetraba por la ventana me despertó. Arrimé las cobijas a la derecha y me senté en la cama. Me estiré mientras bostezaba. Me levanté y miré en un espejo que estaba colgado en la pared. Mi piel parecía un papel rayado con tinta negra a causa de las heridas y el grone, al igual que mis ojos. El cabello estaba revuelto. Tenía un aspecto horrible, y eso que rara vez me preocupaba por mi fachada. Además, no olía bastante bien, y tenía la piel con una capa de mugre. Realmente necesitaba un baño. Me aproximé a la puerta, puesto que habíamos dejado las cosas en la sala, incluyendo mi ropa. Sumándole a eso, le iba a preguntar a Wayre si podía ducharme.

Abrí la puerta, y de inmediato di un respingo al encontrarlo frente a mí.

— ¡Perdona! Solo quería ver si estabas bien, porque aún no despertabas.

—Ah... Sí, estoy bien, gracias. Oye, ¿podría darme un baño? —cuestioné mirando sus ojos claros.

—No es necesario, ya te ves hermosa así. –dijo y me reí.

—No seas payaso –contesté y sonrió. Por alguna razón cada vez me tomaba de forma más natural ese tipo de comentarios. De hecho, la razón era porque me di cuenta de que los podía decir cualquiera sin ser ciertos. — ¿Entonces, sí?

Me miró un segundo.

—Sí, sí, adelante –dijo señalando una puerta de madera que estaba a nuestro costado.

Wayre entró a la habitación por quien sabe qué cosa, mientras que yo iba por mi ropa limpia. Luego me metí al cuarto de baño, me desvestí y abrí la llave de la regadera. Esperé unos instantes a que saliera el agua caliente y cuando estuvo así, me metí. Unos minutos después, salí, al fin limpia, y me vestí. Cuando terminé, fui a la sala y un olor a quemado invadió mi nariz.

—Creo que ella es apta. —dijo Max desde la pequeña cocina.

—No lo sé. —respondió Wayre, pensativo.

Caminé hacia la cocina y visualicé a Max y al de ojos azules calentando algo. Cuando me vieron, pararon de súbito su conversación.

—Ustedes sigan —dije entrando a la cocina para ver lo que desprendía el olor a chamuscado. Un huevo. —Hagan como si no estuviera aquí. —los animé, pero no dijeron nada, sólo me seguían con los ojos. — ¿Qué? —pregunté finalmente, exasperada ante sus miradas.

—Hay que decirle.

—No lo sé, Max, es muy pronto...

— ¿Decirme qué? —cuestioné, más irritada.

Ambos me miraron, y luego se miraron entre ellos. Max cruzó los brazos y recargó la cadera en la mesa.

—Obviamente nos servirá. Sabe más o menos los movimientos del grupo de Izumi, tiene una categoría alta y tiene entrenamiento. Sería un buen elemento.

Wayre suspiró.

—Creo que hay que desayunar, por ahora. —dio un golpe en la mesa.

Me senté junto a Wayre y frente a Max en el pequeño comedor de 4 sillas. Reinaba una atmósfera de incómodo análisis. Un análisis en el que yo estaba involucrada pero desconocía de qué maldita forma.

—Bueno, ¿me van a decir de qué va esto? Es irritante. —declaré, mirándolos de hito en hito. Max le arqueó una ceja a Wayre, quien respondió con un carraspeo y el rodar de su iris azul.

—Ok, ok. Max estaba pensando que tal vez podrías trabajar para la OLFD.

Fruncí el entrecejo.

— ¿Yo? Pero si soy un demonio. No me van a dejar trabajar ahí. No lo entiendo.

—Bueno, al parecer no serías la primera. La OLFD y otros demonios han colaborado. Pero no sé, piénsalo.

Sombras Traicioneras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora