La líder del pelotón

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Era lunes por la mañana. El día anterior me habían dado de alta en el hospital. Me encontraba vistiéndome para ir a la prepa. Mientras me miraba al espejo, me repetí a mi misma lo que llevaba días repitiéndome:

"Mi padre no ha muerto. Lo único que ocurrió fue un ataque en la casa de Leticia. Por eso he faltado a clases. Nada del otro mundo"

Esa, era la versión que debía mantener ante el mundo exterior a la casa y la empresa de seguridad.

Me salté el desayuno. No tenía hambre. Subí al camión, rezando porque no me encontrara con alguien conocido. Sería todo un fastidio soportar sus preguntas. Afortunadamente sólo había un chico quien era un año mayor que yo, y nuestras vidas nos importaban lo mismo que una mierda.

Bajé del transporte y alisé mi cabello, que cubría la mitad de mi cara. Caminé hacia la entrada. Algunos me señalaron al verme. Otros más atrevidos y curiosos intentaron preguntarme por mi larga ausencia, pero yo los pasé de largo. No ocurrían muchas novedades en una escuela donde todos ya nos conocíamos desde hacía años. Mas no significaba que iba a responder a algo de lo que esos idiotas quisieran saber. Apreté el paso para que no se me pegara la estupidez. Finalmente, llegué a mi salón. Pero las moscas más molestas se encontraban ahí.

— ¿Cristina? —preguntó la reina de los bichos: Casandra. — ¿Qué te pasó? —dijo con ese superficial y plástico tono suyo, mientras me miraba con aire crítico con sus ojos verdes de arriba a abajo. La aborrecía. — ¿Y por qué tampoco Adam había venido? Nos enteramos de que vivían juntos, ¿es cierto?

Ah, lo que me faltaba, ya me imaginaba que estupideces estarían diciendo. Me cagaban casi todos en esa escuela, sus chismes, el meter su nariz donde no les importaba... era lo que más odiaba.

— ¿Y piensas que te voy a decir?

—No... Bueno, es solo que luces más... —dijo y puso cara de asco.

— ¿Más que, idiota? ¿Más fea? Me importa un carajo tu opinión.

—Vale, vale, si no te importa, entonces puedo llamarte así todo el día, ¿no? —dijo mientras se rizaba su cabello rubio en actitud retadora.

—No te pases de lista conmigo. —escupí las palabras.

Sin dejarla decirme nada más, me cambié de sitio, al rincón. Levanté la mirada y descubrí a Casandra y a sus seguidoras mirándome con desagrado.

Sin embargo, su atención se desvió cuando alguien pasó. Adam. Unas cuantas los siguieron y se arremolinaron alrededor suyo (incluyendo Casandra). Empezaron a hablar al mismo tiempo. Adam, incómodo, les dedicó una sonrisa tímida y se rascó la nuca. Las pasó de largo y luego miró a todos lados para ver donde sentarse. Nuestros ojos se encontraron. Aparté la mirada, avergonzada, mientras le daba palmaditas al asiento de al lado para que se sentara. Caminó hacia allí y se sentó.

— ¿No estamos muy retirados de la sociedad?

—Por mí mejor, así no soy tan molestada ni tengo que responder mucho. Por cierto, se enteraron de que vivimos juntos. –dije rodando los ojos.

—Ya... En ese caso tienes razón, mejor nos alejamos. De todas formas, a veces es molesto... Ya sabes —dijo haciendo una discreta seña hacia sus admiradoras. Me reí. — ¿Qué?

—Solo creí que te gustaba ser el centro de atención.

—No ¡He vivido la mayor parte de mi vida siendo acosado!

Reí de nuevo.

—Ay... ¡Perdón, señor Atractivo! —dije sarcásticamente.

—Disculpada, preciosa —dijo en un tono tan solemne que me preocupó. No lo había dicho en serio, ¿verdad? ¿VERDAD?

Sombras Traicioneras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora