— ¿Qué? —pregunté desconcertada. ¿Acaso había escuchado bien? Porque la voz de Yannick todavía resonaba en mi cabeza, conspirando para destruir mi mundo.
—Sabemos que es duro de asimilar, pero escúchanos. —Dijo Adam —Todo esto ocurrió en un... Accidente. —declaró, pero en ese momento yo no oía claramente.
Papá. Papá. Papá. Era la única palabra que circulaba en ese mar. Papá ¡No, papá, no te vayas!
De pronto, la realidad. Un dolor punzante en el hombro derecho. Me volví y me encontré con Yannick, suministrándome un líquido verde con una jeringa. La imagen de mi padre fue desapareciendo, hasta quedar casi en el olvido. Casi.
— ¿Qué es eso? —pregunté.
—Una nueva tecnología que usamos en nuestro trabajo para estos casos —respondió Yannick—. Es muy frecuente el shock emocional.
Vacilé. ¿Qué tipo de trabajo necesitaría eso?
—Ahora que tienes la mente despejada, me gustaría hacerte una propuesta de trabajo. Tu padre antes de morir dijo que su última voluntad era que siguieras sus pasos en la empresa en la que trabajaba —dijo Leticia.
— ¿De qué se trata esa empresa? —cuestioné.
—Buena pregunta —dijo una voz detrás de nosotros. —Porque a mí también me gustaría saberlo.
Todos nos volvimos. Sus ojos azules se habían tornado rojos bajo la luz del atardecer y la furia se había apoderado de ellos. La cara desfigurada de Wayre había destruido sus atractivos rasgos, y había construido con la ceniza de aquellos, un reinado de ira, furia y frustración en su expresión. Dio cinco pasos, los cuales resonaron en la habitación como si nada más que sus pies existieran en aquel espacio. Después, clavó las palmas de sus manos en la mesa; tenía la mirada gacha y su cabello rubio oscuro le caía sobre la cara.
—Lo sabía —dijo con voz temblorosa a causa de la ira. — ¡Lo sabía! —rugió.
Todo ocurrió demasiado rápido. Wayre se abalanzó sobre Leticia, haciendo que la espalda de la mujer chocara contra el borde superior de la silla. Ahogué un grito. Wayre lanzó un gruñido y empezó a golpearla con el puño cerrado en la mejilla.
— ¡Wayre, basta, déjala! —le grité mientras trataba de separarlo de Leticia. La nombrada lloraba, mientras le suplicaba a su hijo que se detuviera.
En unos pocos segundos, Adam y Yannick acudieron a su rescate. Tomaron a Wayre por las manos (uno a cada lado) y lo arrastraron lejos de Leticia. Adam le dio un puñetazo al de ojos azules en la nariz, el cual hizo que le empezara a sangrar, mientras que Yannick fue al lado de su madre. Me hinqué al lado de Leticia, frente a él.
— ¡No puedo moverme! —gritó ella con voz desgastada y desesperada. — ¡Yannick, ayúdame, hijo!
— ¿Literalmente no sientes nada?
Con lágrimas en los ojos, y en medio de sollozos, ella apretó los párpados.
—Sólo siento un hormigueo en todo el cuerpo. ¡Hijo ayúdame!
— ¿Qué tan mal está? — inquirí.
—Mal, muy mal —dijo, analizándola.
Puse su cabeza en mi regazo para que Yannick pudiera examinarla mejor.
No obstante, en ese momento, un objeto cruzó a toda velocidad la habitación, rozando la cabeza de la inconsciente Leticia e incrustándose en mi muslo izquierdo. Aparté a la mujer y miré mi extremidad. Gemí y me retorcí de dolor. Las lágrimas fluían sin control de mis ojos. El dolor y el calor resultaban insoportables.
Alcé la mirada sólo un segundo y pude ver a mi atacante sosteniendo una pistola. Era Wayre. Cerré mis ojos y me mordí el labio mientras me mecía sobre mi espalda, como si eso pudiera calmar el dolor.
De pronto, escuché cristales rompiéndose. Abrí los nublados ojos de lágrimas, y pude distinguir una silueta saltando y cayendo al exterior de una ventana cercana con un golpe seco. Luego se fue corriendo hasta desaparecer.
No sé cuánto tiempo me quedé en ese estado. Quizás minutos. Quizás horas. No importaba. Alguien me tomó por el hombro y me ayudó a sentar en una silla.
—Presiona la bala con este trapo —dijo Adam. El nombrado me dio una camisa naranja. Lo obedecí, pero al hacerlo gemí de dolor, cual animal torturado. —Calma, calma. Ya viene la ambulancia.
La sola idea del sonido de una sirena me tranquilizó.
Tomó el trapo, y fue él quien lo hizo por mí. La visión se me había nublado de dolor.
Todo terminó, pensé, aunque me equivocaba. Lo que creí el fin, apenas era el comienzo.
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Sombras Traicioneras | COMPLETA
Fantasy-¡Crist, tenemos que bajar! -dijo él. ››-¿Estás loco? ¡Esas llamas nos quemarán vivos! (...) ››-Crist... Esa es la cosa... No lo estamos...›› Cuando el padre de Cristina debe irse a un viaje de negocios, parece que el único desastre será vivir tem...