Seguía algo consciente cuando entré al hospital. Escuchaba pasos y voces paseándose por el área, veía el blanco de la sala, y después... Me percaté de las incoherentes imágenes que transmitía mi mente. Las ramas del interesante mundo mental me ataron.
Me encontraba en un estacionamiento. Al principio estaba tranquilo bajo la diáfana noche. De pronto, el sonido de una bala resonó por el espacio. El ruido venía detrás de mí. Me volví sólo para descubrir una silueta que corría, alejándose de un bulto en el suelo. Me acerqué a lo que estaba tirado en el pavimento y me quedé sin aliento. Era mi padre. Me tiré junto a él, e intenté tocarlo con mi temblorosa mano. Sin embargo, justo cuando estaba a un centímetro de hacerlo, su cuerpo se convirtió en un fino polvo azul verdoso que se esparció en el aire.
— ¡No! —grité, tratando inútilmente de aferrarme a esas moléculas.
De repente, una luz cruzó el estacionamiento. Giré mi cabeza y descubrí un carro negro parado frente a mí. De este descendieron Izumi, Leticia, Adam y Yannick. Sin decir palabra, avanzaron hacia mí e hicieron un círculo en el cual yo era el centro. Me miraron unos segundos a los ojos, y luego comenzaron a susurrar un canto a unísono. El maldito canto de la transformación.
—En el mar como en la tierra estás.
La noche sin luna te traerá,
La oscuridad reinará, y os dará,
Lo que a nosotros nunca pertenecerá.
>>En un sueño eterno viviremos,
Vivos y muertos, sin saberlo.
Con estas palabras nos entregamos
Y juramos, dios del infierno, no perecer.
>>Entregadnos a cambio,
Lo que hemos esperado
¡Que los demonios se desaten!
¡Y que el fin y el caos comiencen!
En el último verso, su voz se hizo aguda y desgarradora. Su cuerpo comenzó a rasgarse, haciendo que los tejidos se convirtieran en hilos rojos y negros.
Después, se transformaron en criaturas encorvadas y puntiagudas, de cuyas espaldas salían afiladas alas. Comenzaron a volar en círculos alrededor mío, como aves de rapiña. Me levanté y me alejé corriendo de ellos. Comenzaron a acecharme.
— ¡Váyanse! ¡Aléjense de mí! —les grité, aterrada.
De pronto, tres balas resonaron en el estacionamiento, seguidas de golpes sordos. Algunas siluetas aparecieron y supe, por algún motivo, que eran de la OLFD. Pude reconocer a cuatro: Wayre, Giovanna, el misterioso chico que había caído por la ventana, y...Una mujer. Nunca la había visto en mi vida. No sabía cómo, pero la conocía.
—Ven —dijo Wayre, extendiéndome la mano.
Negué con la cabeza.
—Ven —copió el chico.
— ¿Quién eres? —cuestioné. No obtuve respuesta de su parte.
—Ven —dijo la mujer.
—Ven —pidió Giovanna, hincándose junto a mí.
— ¿A dónde?
—Cristina... Cristina... ¡Cristina!—dijo una voz ajena.
Abrí los ojos de súbito.
Me encontré con sus párpados alargados, su piel morena y su cabello al ras. Izumi. La rabia me hirvió por dentro.
—Tranquila, ya... —dijo poniendo la mano en mi cabeza. Apreté los dientes y tragué saliva. Había algo por lo que aún no podía perder el control: Mi padre, mi difunto padre. Aún necesitaba saber si Izumi conocía quién era el culpable de eso. —Muy bien —dijo al ver que no movía ningún músculo. —Peleaste increíblemente hace unas horas, te felicito. Veo que no me equivoqué cuando les dije a todos que serías un buen elemento. Parece ser que eres un demonio categoría 9. Los demonios...
—Ya sé que hay categorías —respondí, tajante. —Izumi, necesito que me diga si avanzó con la investigación de la muerte de... —"mi padre" quise decir, pero dejé las palabras en el aire. No podía continuar.
—Oh, hm... hemos tenido algunas... complicaciones, y...—dijo nervioso. Lo capté de inmediato.
—No ha avanzado —terminé por él y asintió. Cada vez era más difícil contener la ira. ¡Tantos meses y ese cabrón no había hecho nada más que convertirme en un jodido demonio! <<Contrólate, contrólate>> — ¿Hay algo más que me quiera decir? —dije con la voz entrecortada por la furia.
—Sí. Tu brazo ya está bien, así que puedes irte cuando quieras. Leticia y sus hijos están en la sala de espera. —dijo en tono despreocupado y un tanto... Alegre.
Acto seguido, se levantó de la camilla en donde yo estaba recostada y caminó hacia la puerta. La abrió y después de cruzar el umbral, apagó la luz. En ese momento me di cuenta de que seguía siendo de noche. Al lado de la camilla había una angosta mesa de noche, y encima había un reloj que marcaba las 12. Apenas habían pasado unas horas de lo ocurrido en el ataque. Del asesinato de Giovanna.
La culpa me empezó a comer por dentro. Las lágrimas salieron de mis ojos, extrovertidas. Cogí la almohada y la aventé al otro extremo de la habitación. Me levanté de la camilla y destrocé todo lo que estaba en mi campo de visión. ¿Cómo... cómo le había hecho eso a Giovanna? ¿Cuál era el propósito de seguir con los demonios si ni siquiera había hecho nada de investigación ese hijo de puta?
El olor a papel quemado invadió mi nariz, haciendo que mi cerebro entendiera que me estaba transformando. Me tiré al suelo, desconsolada.
De pronto, una corriente de aire primaveral hizo que me volviera a la derecha. La ventana que acompañaba el cuarto estaba abierta, y la cortina ondeaba al pasar el juguetón viento. En aquel agujero vi mi oportunidad de largarme de ahí. Antes de irme, me levanté, cogí papel y pluma que estaban en el desordenado suelo, y escribí:
"Si me buscan, me encargaré de asesinarlos a todos. Esto ha terminado"
-Cristina Rivera Ramos.
Dejé la nota sobre la camilla y me encamine a la ventana. Una vez allí, hice un campo de fuerza alrededor de mi cuerpo y me lancé a la calle. El campo de fuerza hizo que el impacto aminorara bastante. Corrí, lejos de ese lugar, de esos demonios. Corrí, sedienta de paz.
<<Parece ser que ahora sí toda ésta porquería va a terminar>>, pensé. ¡Qué mala costumbre tenía de adelantar los hechos! Definitivamente aún no había terminado toda esa mierda.
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Sombras Traicioneras | COMPLETA
Fantasy-¡Crist, tenemos que bajar! -dijo él. ››-¿Estás loco? ¡Esas llamas nos quemarán vivos! (...) ››-Crist... Esa es la cosa... No lo estamos...›› Cuando el padre de Cristina debe irse a un viaje de negocios, parece que el único desastre será vivir tem...