Curiosamente la ambulancia no tardó en llegar. Primer factor extraño considerando como era mi país. Adam abrió la puerta y pronto escuché pasos apresurados caminar hacia nosotros.
El dolor que sentía era atroz, y había perdido mucha sangre. Me sentía débil, aunque luchaba por mantenerme consciente.
—Tranquila —escuché una cariñosa voz femenina. —Has sido muy fuerte. Ahora, ¿puedes decirme tu nombre?
—Crist... ina —dije pausadamente.
— ¿Y tus apellidos?
—Rivera... Ra...Mos... —<< ¡No pierdas la conciencia!>> me ordené a mí misma.
—OK, Cristina, te vamos a ayudar, no te preocupes —dijo dulcemente — ¡Arturo, la camilla! —gritó y unos segundos después, Arturo y otra persona me elevaron y me colocaron en una camilla. Luego tomaron cada uno un extremo de esta y la levantaron. Salimos de la casa y me llevaron adentro de una ambulancia. Un poco después, vi a otros dos paramédicos que llevaban a Leticia en otra camilla, y la colocaban con cuidado a mi lado. Ella seguía histérica.
Sentí los párpados más pesados. Intenté recordar si alguna vez había visto o leído como mantenerse consciente en esos casos. Nada.
—Cristina, ¿cuántos años tienes? —preguntó un paramédico.
— Quin... Ce
— ¿Cómo se llama tu madre?
—Ella...Murió hace mucho tiem...Po...
— ¿En serio? ¿Cómo murió?
— Cuando yo... Nací —dije con gran esfuerzo.
—Ahora dime el resultado de 10 menos 7.
Con gran dificultad, pensé en la respuesta.
— ¿3?
Durante mi estancia en la ambulancia, el paramédico me hizo todo tipo de preguntas. Llegamos al hospital y yo ya no podía más, aunque eso no significaba que hubiera sucumbido aún.
Me pasaron a otra camilla, aunque esta ya pertenecía al hospital. Un grupo de tres enfermeras y dos doctores me rodearon. Yo ya empezaba a ver borroso, por lo que no pude ver sus caras. Sólo escuchaba como medían mis signos vitales, mientras las ruedas de la camilla serpenteaban en el suelo, hasta que se detuvieron.
— ¿Todavía está consciente?—preguntó una voz masculina.
—Sí —contestó alguien más —Aunque dudo que sea capaz de responder algo.—Entonces tendremos que arriesgarnos... Esperemos que resista el sedante. —dijo un tercero. Acto seguido, me pusieron una mascarilla y encendieron su base. Después de un minuto, los párpados se me cerraron y sólo pude ver oscuridad durante un largo rato.
De pronto, mi cerebro comenzó a proyectar, como si de una película se tratase, la imagen de una hermosa playa. En particular no me atrae el paisaje playesco, pero en aquel sueño era lo opuesto. El mar tenía una maravillosa tonalidad azul, la arena era tan blanca que reflejaba la luz del sol con intensidad... Y lo mejor de todo: Mi padre, sentado en la arena junto a mí.
Al percatarse de que lo miraba, me sonrió con ternura, me acarició el pelo y me abrazó. Miré mis manos ¡Eran las manos de una niña!
—Papi —dije — ¡Vamos a jugar! —exclamé, señalando el precioso mar. Ambos nos levantamos de un brinco y corrimos hacia el agua. Cuando estábamos dentro, una gran ola vino e hizo que me hundiera. Estaba aterrada. Creí que iba a morir. Sin embargo, papá me sacó de la salada agua del mar. Comencé a llorar.
Mi padre me abrazó y dijo:
—Todo va a estar bien, todo va a estar bien. Tranqui... —"Tranquila", es lo que quiso decir, pero su voz se vio interrumpida por tres estrepitosos sonidos. Me volví al lugar de procedencia de estos, justo en el momento en que tres balas con extrañas formas se incrustaban en el abdomen de mi padre. Él cayó al agua, y esta se tiñó de negro enseguida.
— ¡Papá! —Grité — ¡No papá! ¡Papá! —de repente, mi voz había vuelto a ser la de una chica de 15 años, y mi mente volvió a estar consciente. Me desperté llorando, empapada en sudor y con el corazón latiendo a gran velocidad.
Miles de preguntas me surgieron. ¿Dónde estaba el cuerpo de mi padre? ¿Cómo había muerto? ¿Quién era su asesino?
La respiración era agitada. El mundo me parecía distante y desconocido. Mas en medio de esa confusión, pude distinguir ciertas cosas. Me encontraba en una habitación con una ventana a la izquierda. Vestía una bata blanca y estaba sentada en una camilla que era del mismo color que la bata y casi toda la parafernalia.
De pronto, la puerta a la derecha se abrió. Me sobresalté e hice mi cuerpo hacia atrás, mientras me cubría con las manos la cara. Empecé a sentir un agudo dolor en el muslo lastimado.
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Sombras Traicioneras | COMPLETA
Fantasy-¡Crist, tenemos que bajar! -dijo él. ››-¿Estás loco? ¡Esas llamas nos quemarán vivos! (...) ››-Crist... Esa es la cosa... No lo estamos...›› Cuando el padre de Cristina debe irse a un viaje de negocios, parece que el único desastre será vivir tem...