La historia de Izumi

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Cuando llegamos frente al edificio de Izumi, descendimos del auto. Me tenían rodeada, solo en caso de que se me ocurriera una muy inteligente idea para escapar. Para su buena suerte, mi mente no estaba pensando en escapar, sino en lo que me pediría Izumi.

Me hicieron bajar docenas de escalones, hasta que llegamos a un piso bajo tierra. Lo supe por la falta de iluminación callejera. Entramos a un cuarto oscuro. Dos personas me guiaron, y me hicieron sentarme. Acto seguido, me amarraron a la silla, probablemente con una soga.

La luz se encendió con un chasquido. Me deslumbró, y antes de que siquiera pudiera recuperarme, Izumi ya estaba frente a mí dándome vueltas, como un ave de rapiña. Después de unos instantes, se plantó frente a mí, con su impecable traje blanco. Lo recorrí con la mirada, desde el pecho hasta sus rasgados ojos. Trabé mi mirada en ellos, esperando a escuchar lo que quería contarme. Hizo un ademán para que le trajeran una silla, a lo que dos chicos respondieron con el acto.

—Bueno. Sorpréndeme, Kiyoshi Izumi. —dije desafiante.

Tomó asiento mientras me miraba a los ojos.

—La historia comienza 65 años atrás, en Japón, con un niño. Aquél niño vivía feliz y pleno al lado de sus padres, pero eran muy pobres.

>>Un día, al padre se le ofreció una oportunidad de trabajo bastante buena a decir verdad. El problema era, que aquella riqueza y fortuna prometidas estaban al otro lado del mundo, en un país del cual el niño jamás había escuchado hablar: México.

>>Al principio, el padre estaba indeciso acerca de ello, pero la presión por alimentar a su familia y el recientemente ocupado útero de su mujer, lo llevaron a tomar esa decisión lo antes posible.

>>Un mes después, se encontraban frente al puerto, esperando a un barco que tendría pésimas condiciones y tardaría mucho tiempo en llegar a su destino.

>>En fin. Omitiendo más detalles y horribles anécdotas en el barco, llegaron a su destino. Se instalaron en un apartamento rentado en una gran ciudad. El padre empezó a trabajar en lo prometido, y de pronto, la familia ya estaba en buena posición económica. El bebé, el hermano del pequeño, nació fuerte y saludable. Al hijo mayor lo enviaron a un internado varonil y católico, pues los padres creían en aquél que se hace llamar Dios.

>>Los primeros días en el internado fueron malos, pero los que se avecinaban serían una tormenta eléctrica, un desastre, un suceso traumático. Todo comenzó el día en que los Tres Sacerdotes Supremos del internado mandaron a llamar a los niños a su oficina. El niño no tuvo más remedio que ir, y contó una lista de diez pequeños formados para entrar. Pobre de él. No se imaginaba las sucias y perversas mentes que encubría y alimentaba la iglesia. Los hicieron pasar uno a uno, con un largo lapso de tiempo entre cada uno. Algunos salían llorando, otros temblando, y otros con la mirada perdida.

>>Tocó el turno del pequeño. Entró a la oficina, con cierta curiosidad y temor simultáneamente. Cerró la puerta, y se volvió. Notó algo raro. Los Tres Supremos estaban desnudos, y había varias cámaras alrededor, colocadas en tripiés. El inocente niño se cubrió los ojos, con vergüenza, pero uno de los sacerdotes se acercó, y se los descubrió. Los otros dos se acercaron. Se persignaron, y luego persignaron al niño. Le pidieron que se desnudara. Mientras tanto, uno de ellos se alejó y fue a revisar las cámaras. Sonó el típico sonido de una cámara cuando empieza a grabar.

>>Nadie desobedecía a los Tres Supremos, y el niño no fue la excepción. Su inocencia no le permitió percatarse de lo que esos hombres pretendían hacerle. Fue quitándose prenda por prenda, hasta que la piel quedó descubierta.

>>Tenía frío, y se cubrió el pecho con las manos. Al ver esto, los Tres Supremos lo abrazaron. Y entonces lo profanaron. Cuando terminaron, le advirtieron no decir nada de lo ocurrido o si no habría consecuencias. No podía ni hablarlo con sus compañeros. Pararon el vídeo.

Sombras Traicioneras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora