El escape y el hospital

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Me quedé pasmada y boquiabierta un instante. El asesino de Yannick me miró a los ojos unos segundos y luego los apartó para ver a Adam, con furia.

—Lo sabía —musitó Adam. —Fue desde su muerte, ¿no? —dijo. Me habría gustado preguntarle de quién hablaba, pero no me atreví. —Desde ahí trabajas para ellos. Tiene sentido. Por eso estabas tan en contra de Izumi. Por eso empezaste a conseguir trabajos extraños, ¿no, Wayre?

No respondió. Apretó la mandíbula y el Mors Daemoniourum, con rabia contenida. Miré los frágiles y vidriosos ojos de Adam. Desconocía si era por la furia o por la reciente pérdida de su hermano.

— ¡Contéstame! —gritó. No hubo respuesta. — ¡Contéstame, desgraciado! —exclamó de pronto, corriendo con intención de abalanzarse sobre Wayre, quien inmediatamente apuntó a Adam con el arma.

— ¡Quieto, demonio! —ordenó Wayre, sin un atisbo de compasión.

Adam se detuvo un instante, pero luego volvió a correr hacia él, sin miedo. El de ojos azules no dudó en disparar; una X salió volando en dirección a Adam, pero éste la esquivó ágilmente. Las alas negras de Adam empezaron a brotar de su espalda, junto con un traje negro parecido al mío. Cuando se hubo transformado por completo, alzó en vuelo y se abalanzó a gran velocidad sobre Wayre, tirándolo al piso. Adam tomó el control de la situación: Despojó a su hermano del Mors Daemoniourum y se sentó sobre un desconcertado Wayre, para proferirle una avalancha de puñetazos, con la única mano que le quedaba.

— ¡Adam, no, basta! —suplicaba el de ojos azules; pero Adam no cedía. Y no cedería. Lo mataría, estaba segura. Porque era lo que yo hubiese hecho al encontrar al asesino de mi padre.

De pronto, el menor de los hermanos, se levantó, y pateó a Wayre. Luego, puso su pie sobre su cabeza y la aplastó. Wayre gimió y gritó de dolor. Mientras tanto, Adam sacó algo de su bolsillo: Una daga. La daga con la que había matado a tantos. La daga con la que se había transformado. La daga con la que asesinaría a Wayre, su propio hermano. Tal vez, después de todo, no eran completamente divergentes el uno del otro. El arma recorrió su trayectoria hasta llegar al hombro de Wayre. Soltó otro gemido moribundo y desgarrador, que resonó varios metros a la redonda. Por un instante, pareció ser el único sonido. Sin embargo, al cabo de unos momentos, escuché un ruido por detrás de la puerta.

No hubo tiempo de nada más: Cuatro hombres enmascarados y con gabardinas entraron y apuntaron a Adam con los Mors Daemoniourum. Cuatro X salieron disparadas hacia su dirección. Sin embargo, Adam las sobrevoló. Aterrizó junto a mí. Hice un campo de fuerza, justo al tiempo en el que los enmascarados volvían a atacarnos. Las cuatro X rebotaron, yendo directo hacia ellos. Sin embargo, al llegar las X, los tocaron y se desvanecieron, evaporándose en el aire como una tierna brisa. Entonces lo comprendí: Los Mors Daemoniourum no surtían efecto en los humanos, pero en los demonios y en los objetos, sí.

—Tenemos que salir de aquí —dijo Adam. —Llegarán refuerzos y no podremos con todos. Ha pasado últimamente. Y con la muerte de Yannick, volverá a pasar.

— ¿A qué te refieres? —dije con voz que denotaba más esfuerzo del que había sentido hacía un rato por sostener el campo de fuerza.

Sin embargo, él ya estaba prestando atención a otra cosa. Tenía los ojos cerrados y se notaba profundamente concentrado. Unos segundos después, escuché el sonido gutural de uno de los enmascarados. Se tocaba la garganta como si tratara de detener a alguien que lo asfixiaba. Sus compañeros trataron de atenderlo, pero al cabo, el hombre cayó, muerto. Adam se relajó un instante, y luego atentó contra los otros. Uno a uno fueron cayendo, mientras yo observaba horrorizada, como sus destinos se veían sellados por la mente de Adam y su extraño poder.

Sombras Traicioneras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora