Transformación

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Al principio todo estaba sumido en la negrura. La muerte era oscuridad y nada. Mi cuerpo no existía, o al menos yo no lo sentía. Era como si flotara. Era tranquilo. Tal vez era un buen lugar para pasar la eternidad. Siempre había pensado que antes de que todo se apagara, vería un túnel con una luz al final del camino, o los recuerdos pasar por mis ojos. Sin embargo, nada de eso ocurrió.

No sé cuánto tiempo estuve en ese estado. Minutos, días, semanas, meses... Tal vez incluso años.

Pero hasta la muerte tiene un final, depende como mueras. Todo comenzó con un pequeño haz de luz. Esa pequeña rayita se fue expandiendo más y más, hasta que la oscuridad terminó. Era tanta luz, que tuve que cerrar los ojos y cubrir mis párpados con una mano. <<Tengo cuerpo>> pensé, un poco sorprendida. Un momento después, desnudé mis ojos, tratando de que estos se acostumbraran al resplandor. Tardé unos instantes en hacerlo.

Miré a mi alrededor. Estaba sentada sobre una especie de base plana, la cual estaba dentro de una esfera negra. Esta última se había abierto unos 180°, permitiendo que la oscuridad se apagara. Me levanté y caminé hacia adelante, notando que había más esferas como la mía (algunas abiertas, con personas saliendo de ellas, y otras cuantas cerradas). Todas las esferas estaban interconectadas por una fina vara de ónix blanco. Caminé hacia la orilla de la plataforma. Intenté no marearme cuando vi una caída de tal vez 20 kilómetros o más, con un fondo lleno de llamaradas azules, haciendo que el ambiente tomara un tono azulado.

—Crist —escuché a alguien llamarme. Volví la cabeza a ambos lados y entonces lo vi. Ambos nos miramos boquiabiertos. Luego sonrió. Me secuestraron unas indescriptibles ganas de romper el espacio entre nosotros. Pero había varios metros entre su esfera y la mía.

— ¡Adam! —exclamé, eufórica. Quería decir más, pero la lengua no me alcanzaba para expresar tantas emociones. Así que solo atine a decirle: — ¡Eres un estúpido! Creí que... Dios mío, ¡creí que habías muerto!

—Crist... —dijo, empezando a tratar de acercarse a mí.

Quería tocarlo. Realmente quería hacer eso. Quería decirle que lo quería tanto...

—Adam, te... —empecé, pero un sonido atronador me interrumpió, seguido de intensos temblores en la plataforma de la esfera.

De pronto, las esferas comenzaron a abrirse completamente cual capullo, y las plataformas empezaron a girar hacia abajo. Muchos gritaron. Mierda. Íbamos a caer directamente en las llamas.

Me aferré a los bordes de la plataforma. Grité, llena de pánico, sobreviviendo, tratando de no caer.

Hice un esfuerzo por ver a Adam, pero no lo logré.

— ¡Adam! —lo llamé, con todas mis fuerzas.

— ¡Crist! ¡Tenemos que bajar! —dijo él

— ¿Estás loco? Esas llamas nos quemarán vivos. —exclamé, sin pensar en la contradictoria lógica de mis palabras.

—Crist... Esa es la cosa... No lo estamos.

— ¿Qué? ¡No, no, espera, no quiero perderte de nuevo! ¡Quédate aquí! —dije al borde de las lágrimas.

— ¡Crist, entra en razón! ¡No podemos quedarnos así por la eternidad!

—Pero Adam...

—No, lo siento Crist. —dijo, y acto seguido se lanzó para ser devorado por las feroces llamas.

— ¡Adam no! —dije, y sin pensarlo, me solté para seguirlo.

Caía de espaldas. Los cabellos me estorbaban la visión, pero vi fragmentos cada vez más azules. Mi mente y mi cuerpo luchaban inútilmente por aferrarse a algo

Me había equivocado respecto a la distancia de las llamas. Eran alarmantemente menos kilómetros. Caía más rápido de lo que jamás pude imaginar. El calor se volvía cada vez más intenso y agonizante. Sin embargo, nada fue más atroz que cuando entré en las llamas. Mi cuerpo ardía, provocándome llagas en toda la piel. Cerré mis ojos tratando de cuidarlos, pero las llamas quemaron mis párpados a toda prisa. Lancé un grito desgarrador que demostraba el dolor de las quemaduras.

Seguía tratando de aferrarme a algo, algo que me salvara de ese maldito infierno. Pero seguí cayendo.

Al cabo de un largo tiempo, las llamas dejaron de sentirse. Empecé a caer más lento. Intenté ver donde estaba, mas no pude. Estaba ciega. Intenté conectar con mis otros sentidos. Sin embargo, ninguno de ellos reaccionaba. La privación de conexión con el exterior me empezaba a volver loca.

De pronto, comencé a sentir que mi cuerpo se separaba, como hilos. Grité de dolor. Y me di cuenta de que, de pronto, pude escuchar la vibración de mi voz de nuevo. Me toqué con lo que sería la mano, y logré sentir que los viscosos hilos comenzaban a juntarse de nuevo. Caí en la cuenta de que al tocarme, no me ardieron ni las manos ni el cuerpo. Lo cual quería decir, que tal vez... Abrí los ojos de golpe, recibiendo de pronto la luz azul que irradiaban los focos en la pared de la empresa.

Empecé a escuchar voces. Hubo algunos gritos de sorpresa. Me levanté y noté que varias personas, al igual que yo, despertaban. Al pararme, me di cuenta que estaba en un lugar diferente al que me clavaron la daga. Busqué una cara conocida, pero no la encontré.

Después, me di cuenta de que mi atuendo había cambiado. El nuevo consistía en unas botas negras estilo militar, las cuales me llegaban a la rodilla, pantalones negros y pegados, y una camisa de manga larga que tenía una especie de armadura de quien sabe qué cosa cubriéndome el tórax y la espalda.

— ¿Cristina? —preguntaron a unísono dos voces a mi espalda. Me volví, y descubrí a Laila y a Ale. Ambas avanzaron hacia mí y me abrazaron. Correspondí a su abrazo.

— ¿Están bien? —Dije separándome de ellas. — ¿Qué les pasó?

—Probablemente lo mismo que a ti, a mí y a todos. —terció un chico. Toño. — ¿Esferas? ¿Llamas? ¿Privación de sentidos? ¿Te suena?

—Sí, obvio sí.

—Por cierto, alguien te está buscando.

— ¿Quién? —pregunté y como respuesta, Toño señaló detrás de mí.

Me volví, y descubrí a Adam mirándome y jadeando. Luego, sin pensarlo, ambos corrimos hacia el otro y nos abrazamos. Escondí mi cara en su pecho y él escondió la suya en mi pelo, mientras lo acariciaba.

—Eres un tonto —le susurré al oído, mientras sentía como las lágrimas que no pensaba sacar me escocían los ojos. Parpadeé para alejarlas. —Creí...

— ¿Qué creíste? —preguntó. Una sensación de levitación me invadió los pies. La ignoré. —Dime, ¿qué fue lo que pensaste?

—Creí que...—<<Creí que te iba a perder>> pretendía decir. Sin embargo, las exclamaciones de Toño me interrumpieron.

— ¡Adam, Cristina! ¡Miren abajo!

<< ¿Abajo?>>

Adam y yo nos separamos. Fue un error. Mi cuerpo cayó un metro y medio aproximadamente, y justo cuando iba a tocar el suelo, unos brazos fuertes me retuvieron. Vi como el suelo empezaba a distanciarse de mí. Me volteó, y pude ver la cara de Adam enmarcada por un par de alas negras con la punta mirando al techo. Parpadeé, pensando que con esa acción las alas de Adam desaparecerían. Pero yo seguía sintiendo el cuerpo despegado del suelo y viendo las alas.

— ¿Transformación? —pregunté, un poco atónita, aunque sinceramente ya lo veía venir.

Sombras Traicioneras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora