El sonido de la alarma de mi celular me despertó. Sabía que hora era: Las cinco de la mañana. Me había levantado a esa misma hora en el último mes. Me tomó cinco minutos ponerme mi pants, mi camisa deportiva (la cual dejaba mis hombros al descubierto), mis tenis, y hacerme una pequeña coleta.
Me dirigí a la cocina, cogí mi botella de agua y la llené. Cuando dejé la jarra en su lugar, percibí un pequeño movimiento a mi izquierda.—Adam, ya te vi —dije con indiferencia, aunque sonreí para mis adentros.
Salió de su escondite y bufó.
— ¿Es que no se te escapa una? —preguntó y le dediqué una sonrisa ladeada.
Adam vestía un pants gris, que realzaba en letras blancas la frase "Exercise is life" en la pierna derecha; traía puesta una camisa negra y unos tenis blancos. Se ve genial, pensé, y al instante me sonrojé. Sacudí la cabeza, como si de esa forma pudiera ahuyentar esos pensamientos.
— ¿Calentamos ya? —le dije y él asintió.
Después de calentar, salimos de la casa junto con Yannick y empezamos a correr. Cada semana aumentábamos la rapidez y la distancia. Esta vez haríamos cuatro kilómetros. Ya estaba acostumbrada a las respiraciones aceleradas, al corazón en los oídos o en la cabeza. Disfrutaba el aire tempranero pegándome en mis desnudos brazos, y sentir como el agua fluía a través de mí a medida que la consumía.
Ese mes había progresado mucho. Y era lógico: corría por las mañanas y por las noches de los lunes, miércoles, viernes y sábado tenía entrenamiento con el pelotón. Bueno, mejor dicho, con Hanna. Aún no me permitía entrenar junto a los demás, pero sospechaba que me dejaría pronto.
Después de una hora, regresamos a casa. Fui la primera en ducharme. Dejé que el agua caliente cayera sobre mi cuerpo desnudo. <<Fiel a mi objetivo>> pensé.
El escandaloso tráfico de las siete de la mañana inundó mis oídos, produciéndome dolor de cabeza. Aparté los ojos del cristal del camión y miré a Giovanna.
—Odio el tráfico —dije.
—Ya somos dos. —Hizo una pausa — ¿Y hasta cuándo volverá tu papá de ese viaje?—preguntó. Me tensé, pero me encogí de hombros. Me miró incrédula. — ¿Tanto se alargará?
Suspiré. Luego supe que tenía que decirle lo que ocurría. Era mi mejor amiga, después de todo.
—Gio... Hay algo que no te he dicho aún. —empecé, y le conté lo que había sucedido con mi padre, aunque no le dije lo de la empresa. Estaba prohibido hablar de ella.
— ¿De verdad ocurrió eso? —preguntó con lástima. —No... No me lo imaginaba ¿Por qué no me lo dijiste antes? Sabes que te pude haber apoyado... —dijo, y la miré. Tenía los ojos llorosos.
Tragué saliva y pestañeé para evitar que las lágrimas salieran de mis ojos. Sin embargo, mis esfuerzos se fueron a la deriva cuando me abrazó. No pude evitarlo. Lloré en su hombro.
—Sé que no te gusta hablar de tus problemas —dijo. —Pero no me molestaría que de vez en cuando me los contaras. Te quiero, Crist.
<<Jamás te fallaré, Gio>> pensé.
—Gracias —fue lo que dije.
—Prométeme que cuando tengas un problema me dirás, y a cambio yo te ayudaré en lo que más pueda.
—Bueno...hm... —comencé, considerando en decirle toda la verdad. Pero no, debía mantenerla alejada de eso. —Puede que me lo piense un poco —bromeé, sólo para desviar el tema.
— ¡Crist! —exclamó y me reí un poquito.
— ¡OK, OK! Lo prometo —dije, mientras cruzaba los dedos.
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Sombras Traicioneras | COMPLETA
Fantasy-¡Crist, tenemos que bajar! -dijo él. ››-¿Estás loco? ¡Esas llamas nos quemarán vivos! (...) ››-Crist... Esa es la cosa... No lo estamos...›› Cuando el padre de Cristina debe irse a un viaje de negocios, parece que el único desastre será vivir tem...