Seok Jin miraba fijamente un punto de la librería mientras esperaba la llegada del secretario del rey.
Mantuvo todo el tiempo una postura adecuada y una expresión solemne en su rostro, al igual que le habían enseñado durante tantos años.
Estaba decepcionado. Su entusiasmo por saber que asistiría a Sungkyunkwan se desvaneció con rapidez, y el sentimiento de inquietud permanecía dentro de él. Muy dentro de sí ansiaba rechazar la oferta de ser el maestro del príncipe heredero y perseguir lo que de verdad deseaba.
Eso, por supuesto, ni siquiera era una opción. En el peor de los casos, su familia se llevaría la peor parte de su fechoría. El prestigio y reputación que construyó podría sucumbir. Eso no era lo que Seok Jin quería. Él quería lo mejor para su familia, incluso si eso significaba renuncias a sus propias ambiciones.
Conocía bien cómo las cosas se llevaban a cabo en el palacio. Ellos no aceptarían un no como respuesta y terminarían por llevárselo a las malas.
El erudito Kim observó a aquel hombre, que supuso era el secretario del rey, entrar a la amplia habitación. Como si fuese una acción ineludible, le propició una reverencia para mostrar el respeto necesario. El hombre sonrió. Jin se permitió analizarlo mientras este buscaba un lugar para sentarse detrás del escritorio.
Aunque sonreía y parecía calmado, sus rasgos se veían muy forzados, haciendo que Jin se sintiera más incómodo de lo que ya estaba. El hombre no parecía digno de confianza. Tenía la apariencia de un típico ministro que se encontraba por las calles de Hanyang. Un yangban adulto con un aire de grandeza.
—Puedes sentarte —dijo con una voz rasposa que sacó a Seok Jin de su ensimismamiento. Asintió y se sentó en la silla que estaba frente a él.
El hombre miró alrededor de la librería con desdén, como si se estuviera burlando del negocio de su familia justo en frente de su cara. Ser un yangban no lo protegía de las incesantes burlas de los de mayor rango. De hecho, su posición social solo exacerbaba la situación. Los demás eruditos buscaban cualquier anomalía para poder traer la dignidad a colación.
Aguantó el impulso de replicar, pues las personas del palacio solían menospreciar a cualquiera en el pueblo. Enfadarse era inútil.
—Tu padre ya te ha contado un poco sobre lo que vengo a ofrecerte, ¿es así?
—Es correcto —aseguró Jin con voz firme. La mirada de el hombre se posó en la del más joven.
—Bien. Seré breve entonces. Eres un erudito muy famoso con un amplio conocimiento en una variedad de campos —empezó diciendo. Jin quería encogerse de hombros, avergonzado de escuchar esos elogios —. La palabra se extendió tanto que llegó a los oídos del rey. Fue un alivio para él, pues precisaba de un maestro para el príncipe heredero.
—¿No se supone que el príncipe heredero asiste también a Sungkyunkwan? —preguntó. Jin quiso golpearse por la insolente pregunta que se le había escapado de su boca, pero tranquilizó al notar que el otro no se lo tomaba como algo personal —. A lo que me refiero es que todos están destinados a entrar a la Academia Confuciana.
—El príncipe no quiso asistir, es un poco obstinado y debemos obedecer a sus órdenes. El rey pidió que se hiciera de manera que él quisiese.
—Entiendo.
—Así que cuando su majestad se enteró que existía un erudito joven con el grado de inteligencia mayor al del promedio, no dudó en hacernos llamar para buscarte.
—¿Aún cuando soy muy joven?
—El rey tenía sus dudas, eso te lo aseguro. Pero su majestad quiere darte una oportunidad. El consejero real le ha dado la idea de que, si el príncipe se niega a aceptar profesores mayores, deberíamos intentar ver cómo se adapta a alguien de su edad. Aun así, debo incluir que, tendrá que tomar un examen que será calificado por su majestad, el rey. De esa manera se confirmará si lo que se dice sobre ti es cierto y podremos comenzar con las lecciones para su alteza.

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The Erudite; JinTae
Fiksi PenggemarKim Seok Jin es un joven erudito famoso por su gran intelecto y su recta conducta, quien ayuda a su padre en la librería del pueblo. Su destino cambia cuando una orden del rey llega, una orden que no le agrada para nada. Debiendo renunciar a su futu...