Capítulo 31.

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Al día siguiente...

Narra Gabriel.

Eran las 3 de la tarde y estaba lloviendo... Yo me encontraba en el cementerio, en el entierro de Patricia, junto a los demás funcionarios de la UDH, quienes eramos básicamente su familia y amigos.

Ernesto, estaba de primero frente al entierro: Él no había querido pronunciar palabra, estaba serio, firme, y aunque traía puesta unas gafas oscuras, se podía ver las lágrimas que se deslizaban por su rostro.

El sacerdote estaba terminando de decir sus palabras, y yo voltee a los lados para ver quienes estaban acompañándonos y pude ver a lo lejos, a Estefanía Montiel, vestida de negro y con un paraguas oscuro que la cubría de la lluvia.

Al verla me aleje de la multitud y me acerque a ella para investigar...

Narra Estefanía.

Yo me encontraba en el cementerio, observando de lejos el funeral de Patricia y a todos los de la policía, quienes parecían fantasmas sufridos por el dolor de su perdida.

Pensé que nadie había notado mi presencia hasta que vi a Gabriel, acercarse a mí y decir:

-Señorita Montiel, me puede explicar: ¿Qué hace usted aquí? -dijo parándose junto a mí para ver en dirección del entierro. -No me diga que vino por Patricia, porqué no le creó. -dijo curioso.

-Patricia y yo no eramos amigas, pero admito que me caía bien. Por lo menos tenía más educación que tú. -dije viéndolo de reojo. -Pero tienes razón, no estoy aquí por ella, sino por alguien más. -dije al ver que todos se retiraban del cementerio. -Con permiso. -dije para colocarme mis gafas oscuras e ir.

Mientras, Gabriel se quedaba solo, nada más que observándome...

Narra Ernesto.

El entierro había terminado y todos se estaban retirando, yo cerré mi paraguas y me acerque a la tumba de Patricia para observarla... Allí, Javier se me acerco, diciendo:

-Ernesto, mira cómo esta lloviendo... Lo mejor será que nos vayamos. -dijo a mis espaldas.

-Vete tú sí quieres, yo voy a quedarme un rato más aquí. -dije serio.

-Javier: Esta bien, te entiendo. Pero por lo menos usa el paraguas, que la lluvia está muy fuerte. -dijo preocupado.

-Solo veté. -dije firme y así él lo hizo.

Luego de Javier, irse: Yo me arrodille junto a la tumba de Patricia, me quite las gafas y empecé a llorar de dolor por ella, por su partida y por esa vida que no pudimos vivir juntos...

En ese momento de debilidad y de tristeza, alguien se agacho a mi lado y colocando su mano en mi hombro, me dijo:

-¡Cuenta conmigo!

Al yo escuchar eso, inmediatamente voltee y la vi, era Estefanía, agachada junto a mí con un paraguas en su mano...

-¿Qué haces tú aquí? ¿A qué viniste? -Pregunte confundido al levantarme.

Ella imitó mi acción y mirándome a los ojos, me dijo:

-Sé como te sientes, sé lo duro que puede ser perder a alguien que quieres, sentir que te lo arrebatan... Sentir, que el asesino que nos los arrebato: A mi papá y a Patricia, está suelto por las calles, pensando en su próxima víctima. -dijo aguantando las lágrimas.

Yo solo respire profundo y le dije:

-¡No sabes cómo me siento! -dije seguro.

-Estefanía: Déjame adivinar: Te sientes lleno de rabia y enojo contigo mismo, porque piensas que pudiste protegerla, que debiste haber evitado que saliera sola o que debiste acompañarla... Lo peor es que siendo policía, no confías en ellos, porque sientes que pudieron haber hecho más y no lo hicieron, y es por eso que quieres tomar la justicia por tus manos y atrapar a ese asesino.

El Rosa Blanca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora