XXXIII : Tormenta

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Odiaba las tormentas, en especial las que eran como esta. Cuando los truenos sonaban tan cerca ella usualmente estaba escondida en su bosque, o si se encontraba fuera cazando encontraba un refugio, colocaba sus marcas de protección y se quedaba allí, esperando a que la tormenta pasara, a que los truenos acabaran, por que sabía lo que podía venir con ellos.

Los años habían pasado, y ella sabía que no era la misma, su cuerpo no era el mismo y si el dios del trueno caía, no solo la mataría, no, los dioses tienen fama de ser crueles, y para ella, que había matado a la hija del dios del trueno, seguramente le esperaban las peores crueldades inimaginables.

Pero esta vez no podía mantenerse oculta, no con Kratos fuera, solo.

Necesitaba encontrarlo, por un motivo que le costaba admitir.

Ω

Cuando calló al suelo herida, le tomó unos segundos recomponerse, se encontró detrás de un muro de escudos, rodeada de personas, miro a su hombro, aun recostada en el suelo de lado, allí estaba la lanza, no podía sacarla, dolería como la mierda y como el arma había atravesado su hombro por completo, perdería demasiada sangre. Rompió la madera con sus manos a la vez que escuchó un estruendo, se levantó como pudo, sintió varias miradas y manos que la ayudaban a levantarse. Y se encontró con la mayoría de los presentes quietos ¿¡Por que no luchaban!? Se abrió paso entre el muro de escudos que se había debilitado al estar los guerreros mirando algo adelante.

Cuando se adelantó a todos varias manos en su cuerpo la detuvieron, para que no avanzara, pero aun así ella ya estaba adelante y pudo ver a Kratos cometiendo una masacre.

Se quedó helada, el hombre estaba masacrando a un grupo de saqueadores que estaban por entrar a la aldea, los hombres debían de haber guiado a los monstruos a la aldea, por que por si solos estos no podían llegar, y seguramente planeaban saquear mientras que los demonios destrozaban a los guerreros y sus defensas.

Kratos no luchaba contra ellos, por que eso no era un lucha, el tenso cuerpo del guerrero perforaba los cuerpos y los destruía como si de hojas se tratase, y el horror completo llegó a la gente cuando el hombre incluso se llevó civiles inocentes por delante, mientras buscaba mas enemigos que matar. Todos maullaban de miedo, y se alejaban lentamente de la masacre, algunos civiles se refugiaron detrás de los soldados, otros salieron huyendo, si bien el hombre masacraba a los atacantes, los aldeanos no veían en el un salvador, veían una bestia asesina que cuando terminara con los saqueadores se giraría para destruirlos a ellos, el era un enemigo mas, y el mas temible de todos.

Faye los entendía, entendía por que temían, por que le temían. Pero ella no compartía el sentimiento.

Conocía lo destrozado que estaba el hombre, sabía que el se temía a si mismo, y sabía que era a esto a lo que el temía, ella lo reconoció, volvió a encontrarse con aquella bestia que conoció aquella ya lejana noche en el bosque, a aquella bestia que no se podía controlar.

Y la pena la invadió, cuan horrible debía de ser el no tener control sobre tu propio cuerpo.

Entonces el se detuvo, todos sus enemigos habían caído bajo sus puños, aun así el seguía apretando sus puños con fuerza mientras miraba su obra. Luego se giró y Faye sintió como los que estaban detrás suyo, ayudándola a sostenerse en pie, retrocedían, de miedo, y la jalaban hacia atrás.

Pero ella no se dejó tirar mucho, no le temía, por que bien sabia que el era un peligro, pero también sabía que no para ella.

Sus miradas se cruzaron, tenía ganas de ir con el, de abrazarlo, y tranquilizarlo, como hacía todas las noches cuando el comenzaba a alterarse en sus sueños, pero no lo hizo. Lo que la detuvo de hacerlo fue la mirada de el, distante, oscura, nuevamente el hombre estaba colocando aquel frió muro entre los dos que la mujer creyó haber destruido hace semanas.

Nórdico | God Of WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora