XXXIV : En casa

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Horas pasaron hasta que la tormenta terminó, ella durmió allí, el cansancio le ganó y en cierto momento cerró los ojos y no los abrió hasta que el sol la golpeó con fuerza y el frío se coló por su húmeda ropa. Se levantó un poco, quedando arrodillada, estaba empapada, estaba llena de sangre, estaba sucia de barro, y Kratos no estaba, por supuesto.

Se pasó las manos por la cara, quitándose el sueño y se levantó lentamente, su hombro dolía muchísimo. Volvió a caminar, pero se sentía débil, volvió a llamarlo por su nombre, pero nada, y así se mantuvo, caminando, llamándolo, pero nada.

Finalmente cuando la noche golpeó de nuevo y su estomago rugió con fuerza se dio cuenta de que el no volvería, así que se dio la vuelta y tomó camino rumbo a la aldea, cazaría algo de comida por el camino.

Ω

Nuevamente estaba en la aldea, caminando en dirección a la tienda de Astrid, donde había guardado su carro con cosas, la gente la miraba, y no era para menos, estaba echa un estropicio de mujer, sucia a mas no dar.

Y allí estaba la niña, atendiendo a un aldeano, Faye se metió detrás de la carpa y se encontró con su carro casi vacío, y encontró las monedas de plata guardadas en una bolsa que se colgó en el cinturón. Tomó el carro y camino hasta el frente de la tienda, la niña estaba sola y cruzaron miradas, Faye se colocó delante de ella con su carro a cuesta, del otro lado de la mesa de madera, y desvió la mirada hacia adelante, la niña la miraba frunciendo las cejas, notando que Faye estaba sola.

—¿Ves Astrid? Por cosas como estas es que si tienes la oportunidad de encontrar un compañero debes quedarte con el, debes luchar por el, por que luego será tarde _ la niña bajó la mirada —. Hazme un favor _ se giró a verla, cruzaron miradas, la niña notó la tristeza en los ojos de Faye —. Dile a Vala que se meta sus ideas en el culo y casate con ese muchacho —. Le sonrió débilmente antes de marcharse de allí calle arriba.

Ω

Suspiró pesada una vez que se encontró delante de su choza, dejó el carro a un costado, como siempre, y sacó las cosas que traía allí, medicina, poción para las plantas de su diminuto huerto, etc. Fue entrando lo que debía estar dentro, acomodando cada cosa en su lugar, hacía frío, el invierno ya estaba sobre ella, salió fuera y no tenía ni una sola madera para encender su pozo de fuego, así que fue hasta su bosque y cortó un fino árbol con su hacha, luego lo arrastro hasta su casa y cortó en varios pedazos, finalmente entró dentro y encendió un fuego, para sentarse en su cama, sacarse las botas y subir sus pies a la colcha de paja, resguardando sus piernas con sus brazos y apoyando su mentón sobre sus rodillas, mirando el fuego.

Instantáneamente Kratos surcó sus pensamientos, su manera de sentarse, su cuerpo de dios, su acento que iba desapareciendo cada vez mas, la manera que tenía de tomarla con autoridad, la diversión bailando en los ojos de el cuando ella lo molestaba, las leves y casi invisibles risas que le regalaba cada tanto. Lo extrañaba, no iba a negarlo, ya había pasado casi una luna desde que lo vio por ultima vez, huyendo del pueblo. Aunque ella sabía que ese no había sido su ultimo encuentro.

No, ellos se habían cruzado dos noches después cuando la tormenta azotó con mas fuerza el bosque y ella se derrumbó, pensando que el dios del trueno caería y la mataría allí mismo, ella pudo sentir entonces la presencia de el un muy lejos, de hecho se acercaba cada vez mas pero finalmente se volvió a alejar. Y eso había sido a propósito, el se alejó de ella por decisión propia, a pesar de que ella lo había ido a buscar. Claro, ella había aceptado que le quería, y mucho, pero no podía decir lo mismo de el, no sabía si el la quería, posiblemente no, posiblemente ella fue un hueco mas en el que acomodarse un tiempo.

Sintió como su corazón dolía al pensar eso de el ¿Pero que mas podía pensar? La quería tan lejos de el que ni siquiera había vuelto a buscar sus espadas.

Nórdico | God Of WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora