41 |Dulce|

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Octubre del 201*

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Octubre del 201*

Odio los lunes.

También los martes e incluso los viernes, mejor dicho... odio cualquier día en el que tenga que levantarme antes de las nueve de la mañana. Hacerlo antes de esa hora lo considero un crimen.

Maldita sean las responsabilidades universitarias.

—Vamos, pequeña, llegarás tarde si no te levantas ahora mismo.

—Unas dos horas más, por favor —suplico, poniendo una almohada encima de mi cabeza para que no me dé la luz del día.

—Amelí... no me hagas sacarte de la cama por mi cuenta —amenaza, pero no le pongo atención.

Solo quiero dormir unas horitas más. Es lo único que pido.

Intento volver a conciliar el sueño hasta que unas fuertes manos aprisionando mis tobillos me lo impiden. Anthon me jala con fuerza y me coloca encima de su hombro, con ese brusco movimiento hace que todo mi sueño desaparezca.

Ahora me invade la molestia.

— ¡Anthon!

—Te lo advertí, pequeña. —Me da una nalgada que me hace estremecer—. Pero como siempre no te gusta obedecer.

Bufo en respuesta.

Me deja sobre la fría baldosa del baño mientras él se dirige a la ducha para abrir la regadera.

—Te demandaré por levantarme tan temprano —le advierto, mientras me despojo de mi única prenda: mi bata de seda.

—Son las ocho de la mañana, cariño —indica con tanta ligereza. Yo solo pienso en la hora de sueño que me ha quitado. Egoísta—. Ya no es tan de mañana.

—Si el reloj no marca el nueve para mí sigue siendo de madrugada.

Entro a la ducha cuando el agua comienza a templarse, segundos después lo hace mi motero.

—Alguien aquí es muy perezosa. —Toma la esponja y comienza a tallar cada tramo de mi piel. El roce provocativo en mis puntos más sensibles me hace suspirar.

Joder.

—Es tu culpa.

— ¿Mi culpa? —pregunta indignado, arqueando sus cejas.

—Sí, tu culpa. —Le quito la esponja y comienzo a enjabonarlo—. Si no me follaras toda la bendita noche yo podría dormir mis ocho horas reglamentarias y me levantaría sin ningún problema.

Él abre sus ojos totalmente asombrado y deja escapar una leve risa.

—Mis más sinceras disculpas, pero que yo recuerde... —Me empotra en la pared y sujeta mis muñecas por encima de mi cabeza—, usted tampoco es que pone mucha objeción que digamos.

LLEGADA DE AMOR |LIBRO 1: CLAN BERTINELLI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora