35 |Heredera|

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5 años atrás

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5 años atrás. 


—Que tus ataques sean precisos y seguros, Hebe —recalca una vez más. Su katana choca con la mía reiteradas veces y, aunque logro bloquear la mayoría de sus ataques, se me está haciendo muy difícil poderle seguir el ritmo.

Y eso que solo está usando una de sus manos.

¿Cómo puede hacerlo ver tan sencillo?

Hemos estado así por más de dos horas y él apenas y se muestra cansado. ¿De dónde saca tanta fuerza?

Yo ya no lo resisto.

—Es lo que intento, sensei. —Mi voz sale entrecortada.

—No lo intentes. ¡Hazlo! —Logra deshacerse de mi bloqueo con gran facilidad. Inclino mi cabeza hacia atrás, evitando que la hoja de su katana termine por decapitarme.

Mi sensei se toma muy a pecho los entrenamientos.

Cuarenta minutos después, finalmente él da por finalizada la práctica del día. Totalmente exhausta, caigo rendida al piso.

>>Tus ataques siguen siendo inseguros. Si tú no confías en tus habilidades, entonces nadie más lo hará. —Me extiende su mano y me ayuda a ponerme de pie.

Lo contemplo por varios segundos, cerciorándome una vez más lo fresco e impoluto que luce. Como si todas estas últimas horas no hubiera estado haciendo nada. Tan típico de Gregori Dumont.

Mi querido sensei.

La persona que se ha encargado de entrenar a cada uno de mis hermanos y ahora a mí, y todo porque mis padres quieren que sepamos defendernos por nuestra propia seguridad.

Él es el culpable de que domine todas las artes marciales.

Algo en lo que difería de mis hermanos, pues todos ellos solo se limitaron a aprender lo estrictamente necesario. Yo no.

—Lo sé, solo necesito algo de tiempo para adaptarme a usar la katana. Se me hace un tanto pesada de manejar —me excuso. Aunque la verdad es que me da algo de pavor ser cortada o mutilada por esta.

Camino hasta donde dejé mis cosas y enseguida agarro mi botella con agua. ¡Bendita sea el agua! Un minuto más y podría asegurar que hubiese muerto por deshidratación.

—Aún le tienes miedo. No tienes porqué mentirme, Hebe —me reprende, pero sin sonar molesto.

El hecho de que me conozca tan bien me asusta.

Tomo mi toalla de mano y limpio el rastro de sudor de mi rostro. Mi respiración se va regulando de a poco.

—Lo sé. Pero no se preocupe, ya verá cómo logro dominarla —digo con total seguridad.

—No espero menos de ti, Hebe. —Envaina su katana y entrelaza sus manos por detrás—. Sé que lograrás dominarla, tal y como lo hiciste con el arco y flecha.

LLEGADA DE AMOR |LIBRO 1: CLAN BERTINELLI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora