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Octubre del 201*

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Octubre del 201*

Explicar lo que siento en estos momentos es cómo tratar de buscar una aguja en un pajar: difícil... muy difícil.

Era consciente que esto tarde o temprano sucedería, aunque no de esta manera. Pero como siempre, el universo conspira una vez más contra mí. ¿Qué había hecho en mi otra vida para tener tan mala suerte en esta?

Creo que me tendré que bañar con azúcar para dejar de ser tan salada.

Mi preciosa madre se muestra tan serena, tan impávida, sacando a relucir esa gran cualidad que la distinguen como abogada. La conozco, y por eso sé, que si no ha sacado ese genio que nos caracteriza a todos los Walms es solo por el hecho de no encontrarnos en un lugar más privado.

Estoy acabada.

—Estoy esperando que le des un beso a mamá, Heb. —Su voz maternal me tranquiliza por instantes. Salgo de mi estado de estupefacción, suelto la mano de Anthon y comienzo a caminar hasta estar a escasos centímetros de ella.

La exquisita fragancia del "Chanel N°5" impactan en mis fosas nasales.

Ciao mamma* —la saludo con nerviosismo, dejando un beso en ambas mejillas.

Frunce el ceño y me mira desaprobatoriamente. Estoy en grandes y serios problemas.

Dios... llévame contigo.

Siento que sudo frío cuando permanece en silencio por varios segundos, únicamente se limita a mirarme con esos profundos ojos grises que me heredó. Ella me da miedo.

— ¿Hola, madre? ¿Es todo lo que tienes para decirme, Amelí Hebe Bertinelli Walms? —Ella no necesita alzar el tono de su voz para hacerme saber lo enojada que está, no claro que no, solo le basta con decir mi nombre completo para confirmármelo.

Trago grueso. Juego con los dedos de mis manos y me obligo a mantener la poca calma que me queda.

>> ¡¿Eso es lo único que tienes para decirme?! ¡¿Después de cuatro meses fuera de casa, jovencita?! —Su elevado tono de voz hace que me encoja del miedo y me abrace a mí misma como si con eso me fuera a proteger de algo. Siento que he retrocedido a cuando tenía cinco años y era regañada por ella cuando no me comía las verduras.

Mi dispiace. Mi sei mancata così tanto madre del mio cuore* —Me disculpo con sinceridad. La abrazo con fuerza y le doy un sonoro beso en su cachete como a ella tanto le gusta.

Sus mejillas se humedecen al tiempo que las lágrimas comienzan a deslizarse sobre ellas. He aquí a mi sentimental madre. No me es para nada nuevo verla así, pues siempre que uno de sus hijos pasaba más de una semana lejos de ella se pone muy melancólica. Si la vieran de esta manera sus socios del bufete de abogados o sus contrincantes, no la reconocerían en lo absoluto.

LLEGADA DE AMOR |LIBRO 1: CLAN BERTINELLI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora