38 |Desafío|

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Septiembre del 201*

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Septiembre del 201*

Siento mi cuerpo pesado como si una avalancha me haya caído encima. Abro con lentitud mis ojos, sin embargo, la luz solar que se filtra por las ventanas me obliga a cerrarlos momentáneamente, necesito acostumbrarme a la cegadora luz.

Me reincorporo de la cama con algo de esfuerzo, todo mi cuerpo sigue totalmente adormilado. Pero, ¿por qué?

Llevo mis manos a mi cabeza e intento recordar lo que pasó; no es hasta que me percato de mi peculiar vestuario que todo los recuerdos llegan a mi mente.

¡Mi estúpido motero me había inyectado un somnífero! ¡Un maldito somnífero!

Se ha ido sin mí.

¡Maldita sea, Anthon Collins!

Si la Legión no te mata, prometo que yo sí lo haré.

El miedo se ha visto aplacado por el enojo.

Me cercioro del tiempo que he permanecido dormida y me alegra el saber que tan solo ha pasado una hora. Aunque es mucha, tengo la esperanza de llegar a tiempo antes de que el Ceances empiece.

Busco mi katana por todo el cuarto y al no encontrarla sé de sobra que se la ha llevado.

Dio, ti ammazzo Anthon! *

Para mi suerte, mi arco con el caraj cargado de flechas aún sigue bajo la cama. Kasper me lo dio cuando trajo los demás, y al parecer Anthon no se percató de su existencia. Busco las llaves de mi auto en el cajón de la mesita de noche y a paso apresurado salgo de la habitación.

Me monto en mi auto y acelero todo lo que puedo, necesito llegar a tiempo.

Más te vale seguir con vida Anthon Collins... más te vale.




Cuarenta minutos es lo que me demoro en llegar a las instalaciones de la Legión en Londres, mi ventaja fue que la conozco y sé cómo llegar sin un mapa de por medio. Solo espero que no tenga tantas multas después de esto.

Aparco unas cuadras antes para no anunciar mi presencia. Si tengo suerte, el Ceances todavía no habrá comenzado. Después de todo... a la que quieren es a mí.

Ahora viene lo complicado: burlar la seguridad que custodia la entrada.

Reviso mi caraj y me cercioro tener las flechas suficientes para acabar con los ocho guardias. Más que suficiente. Solo un disparo limpio y pan comido.

Los primeros en caer son los que estaban alrededor de las instalaciones, uno a uno va cayendo a causa de las descargas eléctricas que provocan las flechas al impactar en su traje. Amo estas flechas. Son tan perfectas.

Seis minutos después todos terminan cayendo, dándome la libertad para entrar sin ningún inconveniente. Acomodo mi traje y suelto mi cabello para que algunos mechones tapen mi rostro; me pongo el pañuelo negro que cubre desde mi nariz hasta mi boca. Mis ojos son lo único que se puede apreciar a simple vista.

LLEGADA DE AMOR |LIBRO 1: CLAN BERTINELLI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora