23. Un paso más

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23. Un paso más

Una enorme inquietud se había instalado en el pecho de Harry. Era como la noche del baile de Navidad, en el que Draco no le había mirado ni una sola vez, puesto que durante la cena había pasado exactamente lo mismo.

Tuvo que ir al dormitorio con sus compañeros, como de costumbre, para que nadie notara nada raro. Pero sólo pensaba en que llegara medianoche. Encima, antes de fingir que se iba a dormir, había tenido una desagradable discusión con Seamus, ya que éste, no creía lo de que Voldemort había vuelto. Así que con mal sabor de boca, esperó hasta oír las profundas respiraciones de los cuatro chicos y con la capa invisible, una manta y la varita, salió de allí.

No podía creer que estuviera haciendo algo como aquello. Seguramente, la falta de respuesta de Malfoy a su carta era una advertencia de que ya todo se había terminado y que volvían a ser simplemente rivales, sin ningún tipo de contacto físico agradable. Iba a quedar como un verdadero idiota si aparecía en el aula abandonada, pero no le importaba en absoluto. Esperaría lo que hiciese falta, las noches que fueran necesarias. Lo había pasado demasiado mal durante el verano, pensando que no lo volvería a ver, como para que estando tan cerca, ocurriera justo eso.

Al pasar por la puerta, se entristeció ligeramente al comprobar que solo estaba él allí. Y se quitó con desgana la capa, dejándola sobre una silla. Extendió la manta en el frío suelo de piedra y se sentó a esperar impaciente. Se fijó en que la habitación estaba bastante limpia y pensó que quizás Dumbledore la había hecho limpiar a sabiendas de que estaba siendo usada. Encendió un par de velas flotantes y esperó.

Al cabo de un rato comenzó a maldecirse por no haber llevado el mapa del merodeador consigo y así saber donde estaba el rubio. Sintiéndose un poco acosador por su parte, pero para él era inevitable sentir eso cuando sabía que podía haber perdido al ojigris por alguna razón. Repasó mentalmente cada carta que le había enviado, cada palabra escrita y cada contestación recibida. Desde su punto de vista, nada de lo que allí se hubiera comentado, podría haberle sentado mal al rubio, aunque no se convencía del todo.

Casi era la una de la madrugada, cuando una cabellera rubia apareció. Harry se levantó de un salto y estaba listo para pedir perdón por cualquier cosa que pudiese haber hecho, hasta que vio la amplia sonrisa que le ofrecía el rubio.

Draco respiraba algo agitado. Llevaba un pijama de seda gris, con botones negros, y por encima, la túnica negra de la escuela, donde resaltaba la insignia de Slytherin y la de prefecto. El pelo, rubio blanquecino, le llegaba casi hasta la nuca y lo traía peinado hacia detrás. Parecía haber crecido unos cuantos centímetros más que la última vez que se habían visto, y las mejillas las tenía cubiertas por un ligero rubor carmesí.

El moreno abrió la boca, pero el ojiplata fue más rápido-siento haber tardado Potter, me crucé con la señora Norris y ahora que soy prefecto debo andarme con ojo, pensé que ya te habrías ido o que ni siquiera hubieras aparecido-anduvo un poco y se quitó la túnica, que dejó en la misma silla, sobre la capa invisible.

-Eh...-Harry no sabía que decir, se había quedado completamente embelesado observando al rubio y se dio cuenta de cuanto había echado de menos su presencia.

Malfoy se acercó rápidamente a él, y antes de que el moreno reaccionase, le besó. Harry tardó un par de segundos en darse cuenta de lo que estaba pasando y asió fuertemente a Draco de la nuca, para pegarse a su rostro lo más posible. Las ansiosas manos del rubio ascendían y descendían por su espalda y podía notar como sus dedos presionaban la piel que había bajo su ropa. Era increíble lo mucho que se habían añorado los dos, en tan solo unos pocos meses.

Te odio...amor (Harco-Slash)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora