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Los días han pasado y mi hambre ha crecido, así como mi vientre. El hechicero ha estado vigilandome constantemente, ya que no puedo controlarme cuando tengo hambre. Hace días estoy confinada en mi habitación, ya que por poco ataco a las chicas de la cocina, ellas no se dieron cuenta de que estuve a punto de atacarlas, pero gracias al cielo máximo me detuvo a tiempo. Esta hambre que siento me domina, es más fuerte que yo. Es increíble que a pesar de los poderes que tengo no puedo controlar las ganas de alimentarme.

Pasó todo el día comiendo y tomando sangre, pero nadie me sacia.

Mis hermanos pasan prácticamente todo el día conmigo y gracias a ello no he cometido una locura, pero el día de hoy tengo una necesidad incontrolable por alimentarme. Hace más de 15 minutos que ellos se fueron de la habitación, así que aproveche este momento para escapar, el deseo de saborear sangre humana fresca me doblega haciendo que me salga de mis cabales.

De manera muy sigilisa salí de la mansión, corrí hasta donde mis piernas me lo permitían ya que el embarazo limitaba mis poderes vampiricos. Una vez fuera, me en caminé hacia el pueblo más cercano. Seguí caminado hasta que sentí un aroma que lleno mis fosas nasales. Sentí como mis ojos se tornaron rojos y vi cuando mis uñas eran sustituidas por garras, estaba volviéndome todo un animal salvaje, seguí el olor con desesperación hasta que di con el dueño de aquel embriagante aroma. Era un chico de unos 20 años quisas, no pude resistir el impulso y ataque su cuello, empecé a saborear el más rico manjar que haya probado. Su sangre era caliente y deliciosa, sentí como mi sed se iba menguando, y cómo sentía una energía que recorría todo mi cuerpo, pero cuando escuché que los latidos de mi victima iban disminuyendo, hice uso de todas mis fuerzas para poder detenerme a tiempo, lamí la herida y ésta se cerró como por arte de majia, lo cargué y lo llevé a un lugar donde pudieran encontrarlo para que los socorrieran. Después de cometer aquel hecho atroz, me sentía atormentada y camine por las calles con la conciencia atormentándome por lo que había hecho. Entra a una tienda y compre ropa, entre a un vestidor y me despoje de la ropa que tenía puesta, salí de aquel lugar y seguí caminando por las calles, de repente sentí un aroma que mi mente conocía muy bien. El aroma de unos de los vampiros a quién más odiado en esta vida.

-Parece que el destino quieres que nos reunamos.

¿Cómo te atreves a aparecer delante de mí? –escupí con tanto odio.

-Al fin te encuentro. –me dijo con una sonrisa ladina que solo insinuaba maldad pura.

-Nunca te dejaré ir.

Este se abalanza sobre mí y al notar mi abultado vientre se quedó sorprendido, tanto así que creía que sus ojos iban a salir de su rostro.

-Vaya, vaya, eres toda una joya. No solamente tienes la sangre más exquisita qué es probado en mis 2700 años, sino que también tienes el don de procrear. –un miedo incalculable se instaló en mí cuerpo por temor a mí a lo que le pueda pasar a mi bebe.

No entiendo para qué demonios tengo todos estos poderes si en estos momentos no puedo hacer uso de ellos. El miedo que siento es tan grande que me ha bloqueado por completo, no puedo mover mi cuerpo, ni puedo dominar ni siquiera mis pensamientos, sólo tengo miedo.

-Pero sabes, en estos momentos me ha llegado una mejor idea, haré que pierdas a ese bastardo que tienes en el vientre para entonces, embarazarte y así podrás darme descendencia, la que todo vampiro desea.

¡No, no, no! No me toques.

Suéltame.

Déjame, no me hagas daño. –grite una y otra vez, pero fue en vano.

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