Aunque sabía que ese bebé que sostenía en mis manos no era mío sentí felicidad, porque estaba sano y salvo. Era hijo de mi amada y hermano de mi hija, no importa que no tuviera mi sangre estaba dispuesto a amar esta criatura como si fuera mío.
Máximo con ayuda de la magia se encargó de limpiar a ambos, en cuestión de segundos el bebé estaba limpio y cambiado encima de su madre que se encontraba aseada y pulcra con una bata blanca.
Ella miraba al bebé con una mirada llena de amor, no importa todo lo que haya pasado con el monstruo de Caín ella siempre va amar a ese bebé como si fuera de ella y mío, con tan sólo una mirada podía darme cuenta de eso.
–Es hermoso – dije rompiendo el silencio. Ella levanto su mirada hacia mí y lágrimas comenzaron a correr por su rostro. Me acerque a ella y con mis pulgares limpie sus rebeldes lágrimas, bese su frente y le di un ligero abrazo, pera no hacerle daño.
–Quiero que sepas que no me importa que este bebé no sea mío, lo amaré como si llevara mi sangre, porque es parte de ti –la preocupación desapareció de su rostro, como si se quitara un peso de encima. Máximo quitó el bebé de sus brazos y lo sacó de la habitación, él sabía que ella y yo necesitamos hablar.
Ella se veía preciosa, su pelo lacio descendía sobre sus hombros llegando hasta su espalda baja, sus ojos resplandecían, su piel se veía hermosa, suave y tersa, sus mejillas se encontraban rosadas, pero su mirada era triste y vacía. La abrace con todas mis fuerzas, y comenzamos a llorar desconsoladamente. Después de estar un rato sacando la tristeza que llevábamos dentro, ella habló.
–Perdóname – dijo con la mirada gacha.
–Yo no sabía lo que hacía. Nunca te haría daño, eres mi vida. – sollozo, llevé mis manos a su rostro, acaricie sus mejillas con mis pulgares, bese su frente y luego sus labios sintiendo la gloria misma. Sentí como por todo mi cuerpo recorría aquella sensación que me gustaba tanto cuando estaba cerca de ella. Por fin me sentí renovado y vivo. Una sensación de paz, tranquilidad y alegría me invadió por completo.
–No quiero que vuelvas a pedir disculpa nunca más, nada de esto fue tu culpa – la mire serio, tratando de que ella sienta que no la culpo de nada y que para mí nada ha cambiado, aunque días atrás me sentí destruido – No me importa que tengas un hijo de él, lo que me importa es que estás aquí, sana y salva y que nunca volverás a estar cerca de ese monstruo.
–No quiero volver alejarme de ti, de mi niña y de mi familia. Cuando recordé todo fue como un balde de agua fría – dijo con la mirada perdida, como si estuviera reviviendo ese momento – sentí que mi corazón se rompió al saber que fui apartada de los míos y que fui mujer de ese monstruo, mi propio abuelo, y peor me sentí cuando fui consciente de todas lo que pasaste, el dolor y la tristeza que sentiste por mi culpa.
No aguante más, y uní mis labios con los de ella en un beso que nos robó el aliento. Sus manos fueron a mi camisa, abriéndole botón tras botón. Me separé de ella para mirar a los ojos, toqué sus manos con las mías. – acabas de dar a luz, no podemos, tu... estas débil – Ella me miró con ojos suplicantes. – me siento como nueva, te prometo que no me harás daño, además, necesito que borres su tacto de mi piel. Necesito que me hagas tuya y que borres todo recuerdo que tengo con él. – me dolieron sus palabras, pero complací a mi reina como si fuera una orden. Le saqué toda la ropa, luego desaparecí la mía también, la recosté con delicadeza sobre la cama, besé todo su rostro haciéndola sonreír. Luego la mire serio y la besé con pasión y ternura. Descendí por su cuello y la mordí haciéndola gemir de puro placer. Su sangre me hizo sentir una explosión de sensaciones dentro de mi cuerpo. Los gemidos que salían de su boca me excitaron aún más. Cómo extrañaba tenerla a mi merced, excitada con sus mejillas rojas por las sensaciones abrumadoras qué le causaba mi cuerpo.
Después de beber su sangre seguí besando a su cuerpo, descendiendo por su vientre y llegando a su zona más sensible. Sentí como sus piernas temblaban mientras le daba placer. Con mi lengua hice movimientos circulares alrededor de clítoris, sentí como éste estaba erecto, mi falo palpitaba ansioso por atención, pero me urgía seguir atendiendo a mi reina. Mientras seguía chupando su zona íntima, pose mis ojos en su rostro, como me encantaría hacer una pintura con la expresión que tenía su rostro en este mismo momento. Sus ojos estaban cerrados mientras ella mordía sus labios, su cabeza estaba ligeramente inclinado hacia atrás, sus mejillas estaban sonrojadas y unas cuantas hebras de su cabello estaban pegadas su rostro, gracias al sudor que decoraba su frente, su cuerpo se encontraba curvado en esa posición que me gusta, sus pechos redondos, más grande que su tamaño habituaran simplemente perfectos, su boca entre abierta y sus labios gruesos y rojo.
Cuando llegó su primer orgasmo puede saborear el exquisito sabor de sus jugos vaginales.
Cuando me levanté, ella se abalanzo sobre mí y me beso, luego hizo que me quedara sentado en la cama, mientras ella se ponía de rodillas, tomo mi miembro entre sus manos mirándome de forma coqueta y metió una gran parte en su boca. Comenzó a chuparlo en una danza que me vivía loco, no pude aguantar las sensaciones que me provocaba, desde mi garganta deje salir un sonoro jadeo que me sorprendió a mí mismo, eso pareció encantarle a ella porque sonrío con mi pene en su boca. No pude evitar enterar mis dedos en su mata de cabello, sostuve su cabeza y la guíe en un ritmo que me hiso serrar los ojos y gruñir de placer.
Mi orgasmo llegó y ella gustosa se tragó todo mi semen. Se levantó saboreando sus labios y se montó encima de mí, con sus manos llevó mi miembro hasta su entrada y dejó caer todo su peso, haciendo que yo me entierre dentro de ella, sus estrechas paredes me hicieron gemir una vez más. Los dos disfrutábamos el sexo, no pude evitar meter una de sus tetas en mi boca, una tras otra vez, chupe y saboree sus senos mientras seguía penetrándola sacándole una fila de gemidos, disfrutando de aquella melodiosa música qué mis oídos extrañaban escuchar. Mis manos viajaron a sus caderas encargándome de que los movimientos fueron más rápido y más profundo, sus pechos rebotaban dándome un sensacional espectáculo. Los dos llegamos al mismo tiempo a nuestro segundo orgasmo y con un beso que nos robó el aliento nos dejamos caer en la cama. Nuestros cuerpos perlados por el sudor resultado del acto más majestuoso que podamos tener los amantes, hacer el amor.
Abrace su cintura y la pegue a mi cuerpo quedándonos rendidos.
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Te gusta lo que ves? (completa)
RomantizmNunca pensé que llegaría a enamorarme del hombre mas orgulloso y engreído que he conocido. Mucho menos que yo estaba relacionada con un mundo que creí inexistente.