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Delilah suspiró mirándose al espejo, mordió su labio inferior pasando las palmas de sus manos por su cintura, sobre la tela de su vestido.

En realidad no era su vestido, le había pedido a Richard que lo tomara de entre las ropas de alguna sirvienta, el moreno aceptó mirándola con una sonrisita de diversión.

Richard le había dicho que era de la hija de una sirvienta un año menor que Delilah, y que a los ojos de Richie, ambas podrían perfectamente compartir la misma talla.

Y hubiera estado en lo correcto, por unos cuantos centímetros, la casi innotable diferencia de tallas ocasionaba que la tela se ciñera a su cuerpo, dejando que el corsé se marcara, algo que a ella le parecía vulgar.

Con una mirada de resignación, tomó la capa más sencilla y ordinaria que encontró en su armario, se la puso ocultando todo su cuerpo debajo de la oscura y suave tela, algo nerviosa tomó el gorro de la capa e intentó cubrir lo más posible su rostro.

Eran las diez de la noche, hora en la que había quedado de verse con Luke en el granero, así que debía apresurarse a salir de la mansión sin ser vista.

Había intentado salir por la ventana hace unos minutos, pero en realidad no entendía como Luke lo hacía parecer tan sencillo, ella estuvo a punto de caer cerca de tres veces, por suerte no estaba ni a un décimo del camino, pues pudo volver a entrar a su habitación.

Cerró las cortinas, apagó las velas y abrió la puerta nerviosa, intentando no hacer ni el más mínimo ruido, caminó con la punta de sus zapatos cerrando la puerta detrás de ella, miró a todos los lados posibles cerca de tres veces y se dirigió hacia las enormes y largas escaleras.

Las miró con una mueca, ¿de verdad era posible bajar por ahí sin hacer algún ruido que alertara a alguien? Porque esa noche no solo descansaba ahí la familia Gilgan, sino un par de parejas y una familia de cuatro personas, quienes habían llegado esa misma tarde, venían desde lejos por la fiesta que su padre daría al siguiente día, así que Kennedy les ofreció hospedaje en una de las tantas habitaciones en la mansión.

Su mirada se dirigió de forma inconsciente al barandal, apretó los labios y removió la tela de la capa entre sus puños con nerviosismo.

Cuando ella y Patrice eran niñas, les gustaba sentarse sobre el barandal y dejarse llevar hasta el final del mismo, claro que en el momento en que su padre se enteró, ambas tuvieron un fuerte castigo con una cuerda de cuero.

Pero en ese momento su padre no estaba ahí.

Fue inevitable para ella no sonreír en cuanto ese pensamiento cruzó por su cabeza.

Caminó hacia el barandal, pasó una pierna del otro lado y al estar completamente sentada, comenzó a resbalarse con lentitud y silencio.

Sonrió con orgullo en cuanto sus pies tocaron el piso de la planta superior y continuó su camino hacia la puerta del servicio en completo silencio.

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La menor aguardó afuera del granero unos cuantos minutos en los que no dejó de mirar a su alrededor con nerviosismo, sus brillantes ojos se detuvieron en una sombra algo alejada de ella, inconscientemente caminó hacia atrás, en caso de que fuera un ladrón.

Lover 🌻 EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora