Capítulo 75: Hasta enero

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- Siempre lo haré, niña- dijo mientras acariciaba con delicadeza su cabello- .¿Y ahora qué sigue? Él también te quiere.

Isaza buscaba cambiar de tema de conversación, porque si no lo hacían, seguiría derramando lágrimas.
Y no quería derramar lágrimas.

Anyara bufó y se separó de él sin dejar de mirar sus ojos.

- Eso no es verdad.

- Claro que lo es, no nos hagamos tontos, ambos lo sospechamos y tenemos pruebas.

- No creo que sea el momento de hablar de eso, Juan...

- Sí lo es.

- No, Isa, déjalo, no quiero falsas esperanzas, y por ahora no quiero tocar el tema.

- Anyi pero no son falsas esperanzas, ¿por qué otra razón se enojaría con nosotros?

- Juan- Anyara negaba con la cabeza-, déjalo.

Él asintió.

- Está bien.

No dijeron nada más. El ambiente empezaba a tornarse incómodo.

- ¿Irás mañana al aeropuerto?- preguntó la chica.

- Hasta crees que no...
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Había hecho lo correcto, y estaba seguro de eso y que no se arrepentiría de ello. Las cosas pasaban por algo. Su corazón sanaría, siempre lo había hecho, y con su mejor amiga no sería la excepción. Aunque en esos momentos, se estuviera rompiendo por dentro.

Temía no volver a poder tener el corazón de Anyara tan cerca de nuevo. Así que abrazó con tanta necesidad, como si no existiera un mañana, y es que a veces no apreciamos lo suficiente a un simple abrazo, no conocemos su verdadero valor hasta que necesitamos uno.

Se distanciarían, de eso estaba seguro; siempre que ocurrían esas cosas tomaban una incómoda distancia durante un tiempo. Esperaba, efímero.

Era por su bien, por el bien de ambos.

Le agradecía a ella por haber hablado poco antes de que regresara a México, los kilómetros que los separarían serían óptimos para el olvido y para aminorar el dolor del corazón.

Esperaba que los rastros de Anyara partieran de él lo antes posible, no lograría resistir seguir enamorado de ella y tenerla de cierta manera tan cerca. Vivir siempre como un amigo...
Sin poder ser algo más.

Gracias al cielo el maldito enamoramiento no era eterno.

¿Se imaginan? Estar enamorado de por vida...
Y eso que él sabía de casos de personas y parejas que seguían sintiendo el mismo amor desde el primer momento...

Tal vez la cárcel no era la peor condena después de todo.

Confiaría en el tiempo, le entregaría su corazón.

Y confirmaría, una vez más, que nada es eterno.

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Dian

A la mañana siguiente...

El frío en Bogotá era normal, soportable para las personas precavidas que se cubrían del viento. Pero aparentemente, no para las manos de Dian que, aún con guantes, literalmente, se partían con el frío.

Cuando La Rosa MueraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora