Capítulo 88: Miedo

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- Tranquilo, perro- musitó Villa a Isaza.

- Ya no quiero- casi sollozaba-, ya no quiero tener que fingir una sonrisa, duele más que una bala perdida, Villa. Tener que aparentar que estás bien para que nadie se entere o se preocupe por ti, por tus problemas; porque sabes que cada quién lidia con sus propios demonios y no quieres añadir más peso a la cruz.

Villa negó con la cabeza e intentó consolar más a su amigo por medio de el abrazo que le daba.

- ¿Qué ha sucedido?

Isaza se alejó de él.

- Exploté.

- ¿Pero qué hizo que pasara?

Juan Pablo- Isaza- dio una vista rápida a su pequeño, aunque bastante cómodo, cuarto. Tomó aire y limpió sus lágrimas una vez más.

Y sin decir nada, Villamil supo que algo había hecho.

- Ay Isaza, ¿en qué se ha metido ahora?- cuestionó cruzando los brazos.

- Pues... por jugar tanto con fuego... quemé el corazón, Papo. Siento que soporte muchas cosas por un buen rato, pero hoy se colmó el vaso.

- ¿Qué pasó con Anyi?

Ya no hay mentiras. No hay de otra.

- A Anyara le gusta Martín y él gusta de ella. Son correspondidos, Villamil. He hecho todo lo posible para que juntos tengan la felicidad que yo no pude. He intentado que Martín hable con ella para decirle la verdad, pero no pudo hacerlo- explicó-. Anyara es la persona más importante para mí, y Martín de mis mejores amigos. No puedo permitir que las cosas entre ellos queden en planes de amistad sólo por no querer hablar.

Villa lo miró algo confundido por haber recibido la noticia de golpe.

- Pero... ¿por qué?

- ¡Porque tienen la oportunidad, Villamil! ¡Pueden estar juntos y ser felices! ¡Pero pasa que las personas tenemos la maldita costumbre de no hablar! ¡De preferir resguardarnos en la cobardía y pena del presente por miedo a lo que nos podrían brindar los alrededores del futuro!- exclamó, pero decidió bajar un poco más la voz.

Villa lo seguía viendo espectante, procesando en su mente todo lo que se le decía por medio de ademanes bruscos y exclamaciones que hacía Isaza.

- Es que usted es muy buena persona o un masoquista de primera, Isaza- articuló el ojiverde viéndolo aún con confusión por sus palabras. ¿Por qué no le había dicho antes?

- Tal vez un poco de ambas- admitió rascando su cabeza.

- Juan, su intención es muy buena, pero perro, te estás haciendo daño intentando formar la felicidad de otras personas.

- Pero son las personas que más quiero, no me puedo quedar con los brazos cruzados. En un lado tengo a Anyi triste por vivir en una amistad con Marto; por otro lado, a un Martín que se la vive creyendo que jamás podrán ser algo porque cree que ella está enamorada de alguien más. No puedo, Villa.

El banjista seguía escuchando con atención a su amigo, y se daba cuenta de todo lo que él había tenido que pasar sólo, pero esa había sido su decisión, el no querer compartir lo que sentía sabiendo que tenía personas que lo apoyarían.

- Una vez, una persona que casualmente es a quien le estoy hablando en estos momentos- Isaza soltó una pequeña risa- me dijo que a veces debíamos dejar que las cosas siguieran su curso, que fueran a su destino sin necesidad que manos humanas se interpusieran. Creo que esta situación es una de esas veces. Deberías dejar que las cosas entre Marto y Anyi fueran solas, ellos encontrarán la manera de hablar.

Cuando La Rosa MueraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora