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—Has estado rara el día de hoy, ¿se puede saber qué te ocurre? —Evan poseía el ceño fruncido mientras veía que el rostro de la rubia en frente suyo formaba un puchero que la hacía ver algo adorable.

Ambos se encontraban uno de los tantos parques que tenía la ciudad, y estaban sentados en una banca mientras disfrutaban de un helado de chocolate, cortesía de Evan Brown.

—¿Por qué lo dices?

—¿Será porque no has probado nada desde que tienes ese helado en tu mano, y ya está próximo a derramarse? —Becks miró su helado casi con pena, y con algo de pesar, lo probó para comenzar a degustarlo rápidamente. Evan supo que algo iba mal.

—Parker, ¿qué tienes? —ella suspiró.

—Tengo una compañera en mi paralelo que es algo pesada con respecto a sus comentarios. Yo... n-no tengo muchos amigos, p-por lo que casi nunca hemos hablado, pero hoy hubo un trabajo en pareja y me tocó hacer con ella, y... no sé, dijo algunas cosas que me dejaron algo contrariada.

—¿Qué te dijo? —preguntó el pelinegro directamente, y por el tono de voz, y el ceño fruncido, Becks pudo notar que se encontraba levemente molesto.

—P-Pues... dijo que tal vez la razón por la que nadie se juntaba conmigo, a lo mejor era porque había algo malo en mí. N-No sé, mencionó que era demasiado rara y fuera de lo común, y que debía cambiarlo. Y-Yo por lo general no presto atención a este tipo de comentarios, pero no puedo negar que me puso a pensar mucho. Yo... quiero decir... ¿hay algo malo en mí, Evan? ¿Será esa una razón por la que no tengo a más personas además de Megan, Adam, Brian, y tú? R-Recuerdo qué incluso tú pensabas eso de mí al inicio.

Evan sintió algo apretar su pecho cuando notó que la pequeña Parker agachó la mirada y parpadeaba rápidamente al mismo tiempo que negaba con la cabeza. Dios, quería tanto abrazarla, y por otro lado ir a buscar a aquella muchacha que la hizo sufrir con solo unas cuantas palabras.

—Nombre. —la chica no entendió. —Dime su nombre, Parker.

—Se llama Jannie. —Evan asintió. La conocía, por supuesto que sí.

Y por supuesto que también sabía lo superficial que era aquella joven.

El joven rodeó el cuerpo de Becks con un brazo, logrando que ella se sobresaltara un poco debido a la impresión. Evan no hacía eso de la nada.

—Creo que te debo una disculpa por todo lo que he dicho cuando recién nos conocimos. No voy a negar que tengo amigos, pero puedo decirte con seguridad que con ninguno de ellos he llegado al grado de confianza que tengo contigo. Parker, tú no debes cambiar absolutamente nada. Estás bien como eres. Nadie tiene el derecho decir qué debes cambiar y qué no. La única que puede hacerlo eres tú, y solo si es por razones que te hagan sentir cómoda a ti, no al resto. Yo no debo influir en tus decisiones, pero si me pides una opinión. —Evan sonrió levemente. —Para mí estás perfecta.

Becks no sabía qué decir. De repente, una fuerte vergüenza la invadió, y unas extrañas mariposas comenzaron a hacer estragos en su estómago. Se había quedado sin habla, y por más que quería controlarse, no podía debido a los nervios.

¿Qué le pasaba?

Miró de reojo a Evan y pudo notar que este se encontraba con la mirada gacha mientras veía al lado contrario. Al parecer estaba igual o incluso más avergonzado de lo que ella se encontraba.

Becks sonrió con ternura.

¿Por qué no había conocido a Evan muchísimo antes?

Becks pensó que de repente un tierno angelito le había caído del cielo. Un angelito algo malhumorado, pero angelito después de todo. Evan tenía un no sé qué que lograba que Becks no pudiera apartar la atención de él. Era tan delicado y tan directo al mismo tiempo; tan impulsivo y cuidadoso; es el único que no te decía lo que tú querías escuchar, sino lo que realmente necesitabas, y eso es algo que Becks pudo notar con todo este tiempo que había convivido junto a él.

Conversaciones Con La Rarita Del Curso [DEL #2] (CANCELADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora